"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

sábado, 13 de octubre de 2012

Si te digo que te amo...

 Si te digo que te amo, no lo dudes, es mentira. Si te digo que te haré el más hermoso castillo en lo alto de las nubes. Que traeré la estrella más lejana para que alumbre las noches, y que un viento hecho de aliento cuidará de tus plantas, no lo dudes, es mentira. Pero, ¡ay amor¡, si te digo que te haré un poema, uno cualquiera, una de estas tardes en que un cielo sin nubes me impide hacer castillos, confía, entonces confía. Si te digo que en mi vida no hubo otras mujeres a las que prometí la luna, no lo dudes, es mentira. Si te digo que mis manos solo recorrieron un camino y mi cuerpo no trabajo más que para la tierra de tu vientre, no lo dudes, es mentira. Pero, ¡ay amor¡, si te digo que te haré un poema, uno en que mi memoria solo conseguirá que en cada verso esté tu pelo, tu mirada, tu silencio y tu sonrisa, confía, solo confía. Si te digo que la muerte no me robará tu boca, no lo dudes, es mentira. Si te digo que te espero, sentado a la puerta de la casa, sobre las nubes, en esta noche estrellada. Que nunca esperé a nadie más que a ti, no lo dudes, es mentira. Pero, ¡ay amor¡, si te digo que te haré un poema, uno que tendrá un solo verso, entonces lee y confía:

Si te digo que te amo, …

Aquí ella le miró, a él le tembló el lápiz en la mano. Estaba cansado. Un castillo no se hace en dos días, ni una estrella está dispuesta a viajar sin una buena causa. Suspiró, la miró, y entonces ella le dijo: si me dices que me amas no necesitaré un poema, ni un castillo, ni luz, si me dices que me amas… Y un silencio de besos hizo imposible escuchar el final de la conversación.

martes, 9 de octubre de 2012

Ella le dijo que no quería sexo

Ella le dijo que no quería sexo, que quería amor, y él le escribió un poema:

Trabajo para el tiempo y mi trabajo
Deja caer ríos de sudor entre tus pechos.
Trabajo en el ocaso, cuando el duende perverso
Guía mis manos por las sombras de tu cuerpo.
Trabajo hasta el cansancio, hasta la muerte,
Visitando sin medida tus medidas,
Devorando con mis labios tu cintura,
Llamando a cada puerta de tus miedos,
Tejiendo entre tus piernas.
Trabajo, y mi impaciencia, con mesura,
Busca entre tu aliento el corazón.

Y ella le dijo que no quería sexo. Se lo dijo sin mirarle a los ojos. El la miraba desde un lugar sin intenciones. La miraba a los ojos, no al deseo, no a lo innombrable, la miraba a los ojos; pero ella seguía repitiendo una y otra vez aquella frase.
Él recordó algún verso suelto de Benedetti mientras acababa de ponerse los pantalones. Se coló por el cuello con cansancio la camiseta, suspiro, un suspiro siempre va bien en cualquier ocasión, mientras ella repetía la frase como en un eco que no encuentra un monte en el que repetirse.
Se puso los zapatos, le tocó un tobillo sin doble sentido, y salió de la habitación llevándose todo su amor y un poco de sexo que nunca pasaría a la historia.

...y ahora escucha esto.

jueves, 4 de octubre de 2012

Camin a la locura: Cuanto silencio


Cuantos caminos recorridos, sin llegar al final. Cuantas puertas que se abrieron sin abrirse nunca del todo, y se cerraron y aun dejan entrar el viento de vez en cuando. Cuantos amaneceres que eran solo para mis ojos y nunca llegué a ver, cuantas vueltas sin sentido en un laberinto sin entrada. Al fondo, de mi vida o de este páramo donde pongo mi primer paso, debe de estar la mano que me traerá de vuelta. Cuantas lágrimas que salieron de otros ojos y eran mías.
Cuantas mentiras que puestas una encima de otra hacen la verdad más hermosa. Cuanto silencio. Mis manos me miran, esperando, y yo sigo caminando como si ese fuese el trabajo que se me encomendó. Cuanto silencio.

lunes, 1 de octubre de 2012

Me he muerto tantas veces


Me he muerto tantas veces que la muerte viene aburrida a mi casa. Esta semana dos veces, la pasada fueron fiestas y, aun así, no olvidó pasar a saludarme desde la ventana. A veces se me muere un dedo. Doloroso y, además, casi nunca definitivo. De la resurrección hablaremos otro día. A veces es una pierna, nunca entera, una rodilla, un tobillo, una parte que ni sabía que existía. Otras veces, influido por la poesía, un trocito de corazón. Nunca el mismo, una esquina, medio y luego la otra mitad, nunca el mismo. A veces es en la cabeza, dentro, donde un mar de ideas le grita a Caronte que deje de hacer viajes. Pero Caronte, esto lo sabe poca gente, es sordo, de no ser así le sería imposible soportar los lamentos y súplicas de sus miles de viajeros.
Me he muerto tantas veces que el día en que venga a por todo nos faltará la sorpresa. Ella tocará a la puerta, yo me haré el loco, y la locura nos llevará de viaje. Y todas las muertes que tenían nombre puede que dejen correr algunas lágrimas sin saber que el olvido también hizo bien su trabajo.
Hoy es lunes, quizá demasiado pronto para recibir visita, aunque con ella nunca se sabe, y tampoco es que a ella le importe mucho el tiempo.
Me he muerto tantas veces que este sabor a trenza que no me puedo quitar de la boca y el reflejo oscuro no me ayudan a saber quien soy. Alargo la mano, amarilla, me echo el pelo hacia atrás, el reflejo del sol me molesta, camino despacio sin pisarme la capa, mañana será domingo.

y ahora escucha esto.

Sueño

Sueño