"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 21 de noviembre de 2013

Sus ojos



-        ¿por qué los que van a morir siempre tienen los ojos grandes, Abdul?, es como si la muerte nos mirase desde dentro de ellos con sorpresa.

Y sus caderas tienen una difícil forma que asemeja una lucha sin sentido contra la verticalidad cotidiana. Sus brazos son largos, como dos ramas que buscasen sin remedio a la madre tierra. Y sonríe, una y otra vez, como si no fuese consciente del tamaño de sus ojos.

-        ¿todavía siguen los titanes sujetando el péndulo del reloj de tu vida?

Y gira la cara como si tuviese que recorrer diez kilómetros de hombro a hombro, cuando apenas los separan unos centímetros. Y mueve los brazos repentinamente rápidos, como queriendo recuperar todo el movimiento que no han hecho en la última hora. Sonríe, una y otra vez, como si quisiera hacerle una finta al tamaño de sus ojos. En cualquier momento se caerá, en una de sus descoordinadas carreras acabará por caer poco a poco formando un montoncito de huesos debajo de una sudadera y de un pantalón estrecho extrañamente ancho en sus piernas.

Ayer me dijo que quiere volver a su país. Ayer fue para mí, para él no soy capaz de adivinar cuánto tiempo supone. Puede que sea un año, o un par de segundos. La muerte tiene un extraño reloj sin números, sin saetas, tan solo lleno de ojos grandes.

-        Ayer casi no comiste nada. Háblame más alto. Deja de sonreír o cierra los ojos. Cuando la muerte te mira y se sonríe uno siente el abandono y no tiene el derecho del llanto.

Después de dos días ha vuelto. Sigue con sus ojos grandes. Da los buenos días y sonríe, casi sin ganas, como si me lo debiese. Se toca una pierna, me hace un gesto. Es jueves.

Sueño

Sueño