"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

"Master en desagradable"

Servef Barón de Cárcer. Valencia.


Título: un tonto después de un año no deja de ser un tonto.


El año pasado descurbimos, con asombro, y con dolor en las carnes propias, que para el puesto de profesor de apoyo o compensatoria de los Talleres de Empleo, se valoraba haber trabajado en centros públicos o privados, pero no haber desarrollado dicha función en PGSs, TFILes, etc. Pusimos quejas por escrito, hablamos con técnicos que nos dieron la razón "es lógico que se valorara, esos son los perfiles del alumnado, los de PGS y TFIL, pero no depende de nosotros". Bueno, este año ya está, hemos perdido la posibidad de trabajar de profesores de apoyo, confiaremos en que las quejas surtan efecto y al año que viene se valore. Hoy han publicado los nuevos Talleres de Empleo y sus bases y... conclusión "un tonto, después de un año, no deja de ser un tonto", porque de nuevo siguen sin valorar esos programas en el puesto de profesor de apoyo o compensatoria. Tendremos que volver a poner quejas, tendremos que volver a escribir en foros, y tendremos que volver a "jodernos", porque todos estamos expuestos a que nos toque un tonto en nuestra vida, aunque deberíamos tener el derecho a no repetir. ¿Le pedimos otra vez que sea consecuente? ¿le volvemos a explicar que los perfieles de los Talleres de Empleo, de las Escuelas Taller, de los Talleres para el Reciclaje Profesional, son los mismos que los de los alumnos de PGSs, TFILes, etc. y no de los de los centros públicos y privados de primaria?. Pero es que cualquier persona con dos dedos de frente se daría cuenta a la primera. Y sobre todo ¿de qué coño sirven las quejas que metemos en la Consellería si por  lo visto nadie las lee? (porque es de suponer que si las hubiese leido al menos le habría preguntado a sus técinos, y le habrían explicado que si, que esos son los perfiles, que es normal tener en cuenta a los profesionales que han trabajado en esos programas, aunque no sea en centros públicos y privados -pero que suelen ser ofertados por el mismo SERVEF-). Vale, meteremos un escrito de queja volviéndolo a explicar; pero sin mucha confianza, porque acabo de recordar aquello que dice "no hay dos sin tres" y seguro que nos vuelve a tocar el mismo tonto (o la misma tonta, desconozco si el responsable es hombre o mujer). Y ahora a presentar papeles incluso con la duda de si leen esto, se anotan mi nombre, y alguien dice "a ese no" (pero tengo tranquilidad, porque ya dudo que el/la responsable sepa leer).


No hace mucho hice un "master en desagradable" con muy buena nota.
En esta página veremos si realmente fui tan buen alumno.


6º.- "A mi no me han preguntado" (desagradable con los ingenuos, aunque me den ternura)


Estos días, a raíz de ciertos acuerdos, escucho mucho la frase “a mi no me han preguntado”, y no puedo dejar de pensar “¿qué es lo que no entiendes?”. No soy partidario de la democracia, y seguro que más de uno estará pensando “¿pero este de qué va?”. Demo: pueblo ; cracia: poder. ¿De verdad alguien piensa que estamos en un sistema donde el poder reside en el pueblo? Puede que si viviésemos en pequeñas comunidades de no más de cien habitantes se diese la democracia. Nos reuniríamos en la plaza pública cada domingo y votaríamos a mano alzada cada uno de los temas que nos concernieran; pero no es así. Tenemos una democracia representativa, es decir, usas tu derecho en la plaza pública una vez cada cuatro años y cedes el poder de decisión a tus representantes. Luego, salvo casos extremos, en los que se echa mano del “referéndum”, y todo el que tenga menos de 30 años no lo habrá ejercido nunca (y me evitaré comentar para que nos sirvió a los que lo ejercimos), son esos representantes los que tiene el poder de decisión. Y estas son las reglas. Como veis no son tan difíciles de memorizar. Por eso a alguien como yo, que no brillo por mi inteligencia, pero las comprendo, le sorprende escuchar la frase “¿a mi porque no me han preguntado para firmar…?”; pues porque no han de hacerlo, porque funciona así, y si no te gusta por lo menos date el gusto de decir que no eres partidario de “esta” democracia (y dejémonos de frases fáciles como “pero si la democracia fuese justa entonces…….).
Aun así votaré en las próximas elecciones, y en las siguientes, y en todas y cada una de las que convoquen mientras no me lo impidan. No sé, puede que si sumo todas y cada una de las veces que vote en mi vida acabe teniendo un activo de no más de una hora de democracia en mi currículo.

Postdata: si sumo a ese tiempo la huelga a la que me convocaron, que hice, y que sirvió para lo de siempre, puede que mi activo de democracia llegue a la hora y media.

Epílogo: No, no te engañes, has aceptado las normas, te has creído que esto es la democracia, incluso crees que podría ser un buen sistema, y ahora te sorprendes demasiado a menudo quejándote. Te quejas por el Gürtel (democracia y sistema legislativo donde todos tienen derecho a la defensa, lástima que la defensa tenga tanto que ver con el poder y el dinero que tienes); te quejas del sistema público de enseñanza y de salud y su privatización (democracia, mercado libre y libertad de elección, lástima que la libertad de unos pocos tenga tan poco que ver con el bienestar de muchos); te quejas de lo poco que cuentan contigo para nada (democracia, y si votas a los ganadores aun te salvas por una esquina, si votas a los que siempre perdemos …. bueno, la costumbre dulcifica muchas heridas). Lástima no tener un Groucho cerca para que nos dijese, tomándonos la libertad literaria necesaria, “estas son mis normas, pero si no le gustan tengo más”.

15 de febrero de 2011



5º.- Vivir de mentiras





No sé si soy bueno para los números, pero así, a ojo de buen cubero, vivimos en una sociedad, en un mundo, lleno de números. Veamos unos cuantos que. Igual que hacía Borges con la mitad de sus personajes, me tomaré la libertad de inventarme. Por un lado porque no tiene mayor importancia que el dato sea exacto, por otro porque sería una labor ingente el tener que buscarlos por Internet.
Deben de existir en el mundo algo así como unos cuantos millones de asociaciones contra el maltrato animal, otros cuantos de millones de ideologías políticas con matices apenas perceptibles para una mente lenta como la mía, cientos de millones de religiones (alguno dirá “no tantas”; pero teniendo en cuenta que la religión tiene mucho de personal creo que si serán tantas). Otros cuantos millones de asociaciones culturales (y aquí me permito una ofensa “de estas hay menos porque la cultura no es un bien que se contagie como la estupidez”). Y así podría seguir nombrando asociaciones, colectivos, reuniones, ateneos, centros, etc. hasta que o bien se acabaran los números o mi paciencia (y de las dos cosas voy escaso).
Y una vez analizado con exactitud (y si alguien duda de la exactitud de los números que he dado que se tome la molestia de cotejarlos en Internet) el panorama ante el cual nos movemos, entramos de lleno en eso de “vivir de mentiras”. Convengamos, y será mucho convenir, que gran parte de lo antes nombrado se basa en la unión para conseguir algo, en ceder parte del ego a favor del colectivo, en adoptar como propios unos ideales, unas metas comunes en detrimento (siempre y cuando no sea un detrimento total) de lo propio. Entonces uno, que de cosmopolita sólo tiene la imaginación ya que se ha pasado la mayor parte de su vida en unos mil metros cuadrados, se pregunta con esa estupidez que sólo puede venir de la ignorancia “¿a qué tantos millones si bastaría con uno, sólo con uno?”. Por ejemplo una religión, y comienzo por algo en lo que me siento especialmente incómodo. Una sola, con  un solo dios, con unos cuantos mandamientos, igual da si son diez o catorce, con un solo cielo y medio infierno, y con una fe (a poder ser de las de San Manuel, aquel que era “bueno y mártir”). Y a la vez un solo campo para los ateos (supongo que sólo hay una forma de ser ateo). Luego un par de partidos políticos, no más de dos (vale, está claro, uno de derechas y otro de izquierdas). Cada cual elige su lado. Incluso con el tiempo se puede pasar de un lado a otro sin mucho perjuicio personal y sin mucha perdida. Ya no nos extenderemos mucho en lo de los millones de asociaciones culturales, como si hubiese millones de culturas diferentes. Ni en las asociaciones de defensa de los animales, con una que los defendiese a todos bastaría. Pero no, creamos cientos, miles, millones, y uno se pregunta el por qué de esta situación. Y uno, es decir yo, que tiene una capacidad de análisis parecida a la que tiene mi gato (oye la puerta de la nevera y viene a comer, enciendo la estufa y se tumba delante, me voy a la cama y se viene conmigo, y cuando puede rompe algo porque puestos a heredar a heredado mi descoordinación) no puede dejar de darse una respuesta: no es verdad, no vivimos por y para el colectivo, somos individuos empeñados sin tregua en autoafirmar ese individualismo a través de la mentira de lo común. Necesitamos encontrar una diferencia, por pequeña que sea, para tener la excusa de crear un colectivo nuevo donde podamos decir “yo lucho junto a otros; pero no compartimos lo que dice A, y menos su estrategia. Pese a que apenas somos A prima, con una diferencia como aquello que se dice en matemáticas “al desviación que se produce es despreciable”. Y no sé si es porque e mínima o porque se puede despreciar a quienes buscan el mínimo desencuentro para dividir.
Bueno, tampoco es cuestión de extenderse demasiado, acabaremos con el ejemplo de mi pueblo. Yo vivo en un pueblo pequeño (puede que lo de vivir haya sido una exageración por mi parte). Un pueblo de poco más de diez mil habitantes tiene un partido de derechas (me evitaré hacer un análisis de este dato pero puede que mi amigo Marcos tenga razón cuando dice “no nos habremos equivocado”), y cinco partidos de izquierdas (y también me evitaré comentar si todos son de izquierdas, daremos por bueno que si de acuerdo a las definiciones tradicionales). Si uno lee los programas de los cinco partidos, en voz alta, sin decir a cual pertenece cada uno, sería imposible el saberlo, entonces ¿a qué cinco partidos para un mismo fin? Y aquí es cuando viene eso de “cuestión de matiz” “cuestión de estrategia”, “cuestión de pequeños detalles de gestión”, es decir “cuestión de ego, de individualismo” de la necesidad de formar parte de un colectivo pero marcando claramente el ego personal. De la necesidad de reafirmarme en la confrontación con los demás, y más claramente en la confrontación con mis iguales, no sea cuestión de que perdido en el colectivo acabe siendo nadie. No sé si valdría la pena aclarar que uno no es o deja de ser por pertenecer a un colectivo; pero esto sería filosofía y hoy hablamos de números.
Así sucede que, en lugar de ser miembro de una gran plataforma por los derechos fundamentales de todas las personas, aunando esfuerzos, metas, logros, y capital (si no sale es como si no hablásemos de nuestras sociedad), me encuentro siendo miembro de un par de colectivos culturales, de una asociación de acogimiento, de un colegio profesional, de un partido político, de un colectivo artístico, de Facebook, y lo que más me duele es no formar parte de una asociación para vivir a imagen y semejanza de los gatos (porque vivir como viven los míos a de ser genial). Eso si, mi ego esta “de puta madre”, repartido en catorce sitios (es la segunda vez que escribo “catorce” como número de referencia, si fuese también miembro de alguna sociedad esotérica me estaría entrando miedo) pero de puta madre. El día que lo junte tiene que ser la leche.




4º.- Hoy voy a ser desagradable con todos.

Hoy voy a ser desagradable con todos, y me incluiré en ese “todos” porque tengo la mayor parte de culpa. Tengo años, no importa cuántos, demasiados para la mayoría de las cosas. Me he pasado gran parte de esos años confiando. ¿En qué?, no sabría decirlo. Puede que sea como cuando en la película de Aladín, él le dice a ella “¿confías en mi?”. Yo no sabría decir si esa frase a mí me la dijo la vida, la gente que he conocido y que estaba a mi lado, lo que he leído, o algo en lo más profundo del alma (me encanta usar la palabra alma. No en el sentido cristiano, “dios me libre” –queda bonito poner eso de dios me libre en este momento-, sino en aquel sentido de atribuir alguna de las cosas que nacen en nuestro interior, y que no parecen venir de la cabeza, a un ente no definido y por definición puro, luego certero); pero lo bien cierto es que hasta no hace mucho confiaba.
¿Cuánto tiempo se puede confiar y en cuánta gente? Supongo que depende. En mi caso estoy seguro de haber pasado todos y cada uno de los límites razonables. He confiado demasiado en la inteligencia ajena, y mucho más que demasiado en la mía. He confiado hasta extremos insospechados en la bondad de los otros. Lo de la mía sería para un estudio aparte. He confiado, como el más tonto de los confiados, en la capacidad de todos para convivir, para buscar metas comunes, para transformar la realidad y que fuese una realidad donde todos tuviesen su parte de felicidad asegurada y la posibilidad de que esta fuese siempre creciendo. En lugar de eso he encontrado, una y otra vez, el culto a lo mío (cosa que por otro lado tampoco hay que trabajar mucho en esta sociedad nuestra, casi basta con abrir la boca, con cerrar los ojos, y dejar que duerma el alma, para que el culto a lo mío crezca, como si ese fuese el único fin para el que estaba creado). He encontrado metas que sólo son comunes cuando son válidas individualmente. Y gentes que sólo querían transformar la realidad (en la mayoría de los casos pensaban que mejor no tocarla, que ya estamos bien como estamos, sobre todo porque “yo estoy bien”) si esa transformación suponía un beneficio personal (y no importa si el beneficio es dinero, seguridad, autoafirmación del ego, o lo que sea).
Y ahora me toca, las circunstancias, los años, el paro, los desengaños, las envidias, la desilusión y el desasosiego (si no meto un escritor me da algo. Pessoa que le vamos a hacer), ponerme a trabajar a favor de la desconfianza. Y sé que me será duro, casi estoy seguro de que no lo conseguiré. No es tan fácil haberse pasado años, demasiados, no importa cuántos, caminando de la mano de la confianza. Si, puede que eso me haya hecho más grande, tan grande que ahora sólo ocupo un pequeño espacio en mi terraza escribiendo y puede que algún que otro trocito en algún corazón y alguna cabeza; pero eso es ser grande, sobre todo si además se es ético; pero demasiado a menudo me asalta más la duda de ¿para qué ha servido?.
No, no trabajaré más para el olvido. Si es así, si así debe de ser, si realmente nos ha ganado la partida y el único fin es lo mío (y más de uno o una de los que leen esto –suponiendo que alguien lo lea- se para un segundo a pensar, puede que, dejando de lado ese primer “yo si que soy de los que todavía creen y trabajan”, se miran, pero como sólo se puede mirar quien está en paz con sus deudas, puede que convengan conmigo en que tampoco su confianza debería estar muy alta, y que su “mío” también ha hecho bien su trabajo), tendré que ponerme a ello. Tendré que construir nuevas justificaciones para lo que haga de hoy en adelante, tendré que conseguir ser “grano de arena en la playa”, tendré que llorar (antes lloraba por los que no podían, ahora lloraré por quién soñé que podría llegar a ser), y ójala un día me descubra dándome cuenta de que no he sido capaz de cambiar. Aunque eso me haya costado perder varios trabajos, perder la confianza en mucha gente, y……………….ójala.
Y ahora pensar en que punto está vuestra confianza, en que punto está lo “mio” (pero como sólo es capaz de penar quien realmente se toma un tiempo para hacerlo más allá de la autocomplacencia), y sólo así sabrás si, además de ser desagradable conmigo mismo, lo he sido contigo.





3º.- Hoy voy a ser desagradable con una técnico del SERVEF de Barón de Carcer, en Valencia.

Podríamos titular la historia como “inflexible”, ya que esa es la respuesta que se me dio “ha sido inflexible”. Pero sucede que en estos días la inflexibilidad me la trae floja (y además he comenzado a leer un libro de un tal Tony Judt, que no es que sea definitivo –muchas de las cosas que dice ya las he escuchado- pero casualmente aporta razonamientos parecidos a los que voy a usar yo).
Hagamos un poco de historia. Me he presentado a varios Talleres de Empleo para el puesto de profesor de apoyo (si, ya comenté algo en mi otro escrito; pero este es diferente) y, además del asombro por lo que se valoraba (de esto era el otro escrito), me encuentro con que no se me da medio punto que si es mío (o al menos eso me dijeron los mismos técnicos responsables). No, no pensaba reclamar en ningún sitio; pero veo las puntuaciones del puesto en la Mancomunidad Hoya de Buñol-Chiva y resulta que con ese medio punto entro entre los seleccionados para la entrevista. Vale, puede ser, me digo. Preparo la reclamación, la entrego, ni me fijo en fechas, maldita distracción, y me voy a casa.
Hay que esperar a que la técnico venga y diga si la reclamación tiene sentido. Bien, no, no tuvo sentido, y no lo tuvo porque la presenté fuera de plazo. Si, es legal, pero si tenemos en cuenta que dieron tres días “naturales” para reclamar, y la lista se publica un viernes, llegaremos al acuerdo que poco plazo se dio. Aun así uno confía, y más teniendo en cuenta que casi todos la presentamos fuera de plazo (entre que ves el lunes las listas, preparas la reclamación, y la presentas, adiós plazo), uno confía en que no se tenga en cuenta y se valore. Pero al preguntar se escucha la famosa respuesta “ha sido inflexible”. Y aquí es cuando viene la perversión, aquí es cuando de nuevo no se entienden las cosas, aquí es cuando la rabia vuelve a encontrar unos campos abiertos por los que correr en mi cabeza.
Analicemos: presento una reclamación porque algún técnico/a del SERVEF, en su día, al valorar los papeles que presenté (y puedo jurar que estaban los que me daban derecho al medo punto) se equivocó, no lo tuvo en cuenta. Es decir, cometió un error por no ser “inflexible” a la hora de hacer su trabajo; pero cuando yo presentó la reclamación no se me puede otorgar la gracia de no haber sido totalmente “inflexible” al cumplir con los plazos.
Si, señora técnico del SERVEF, no se presentaron en plazo, y usted fue “inflexible” y seguramente una buena profesional a la hora de tomar sus medidas, nada que decir. Pasaré a ser uno más entre los millones de parados en enero. Si cinco millones casi de personas tienen esa condición y siguen, supongo que yo también lo haré; pero a uno siempre le queda una duda o dos en la cabeza. La primera es si no hubiese sido posible dar tres días (o cinco, que creo que marca la ley) hábiles para hacer las reclamaciones. La segunda y más importante es saber si es igual de “inflexible” en todas sus decisiones y en todos los ámbitos de su trabajo; porque eso me hará suponer que, evitando el corporativismo, le habrá puesto una queja al compañero o compañera que valoró mal en un principio o, si es que tiene algún campo de decisión o mando, le habrá abierto un expediente. Porque recuerde que el error no nace de cuando yo presento una reclamación fuera de plazo, sino de cuando alguien decide no valorar aquello que legalmente tenía que ser valorado y a otros/as se le valoró.
En cualquier caso “gracias por demostrarme que todavía queda gente trabajando que puede ser inflexible” (espero que se note el sarcasmo en la frase anterior).

Domingo 26 de dicembre de 2010. A las 11.29



1º.- Sería injusto no comenzar a ser desagradable, en primer lugar, con quienes han acabado con once años de esfuerzo, de ilusiones, de complicidad y de esperanza.

El esfuerzo:
Esfuerzo: hay que situarse, no eres nadie, un extraño entre extraños. Hay que ganarse la confianza.  A veces con profesionalidad, otras con ternura, las más con complicados juegos de magia y psicológicos que a menudo ni uno mismo entiende. Cada día, algunos de siete horas y otras de casi treinta,  hay alguien esperando detrás de cualquier esquina con la más simple o la más complicada de las peticiones. Avanzamos, unos días hacia delante y otros retrocedemos dos pasos; pero avanzamos. Trabajo hecho. Ya somos alguien, el esfuerzo ha dado sus resultados y casi somos uno más entre ellos. En un año, apenas un año (puede que menos, puede que fuese una decisión de segundos), el esfuerzo queda en nada. vuelvo a ser un extraño entre extraños. Cierto es que ahora nos saludamos, sonriendo, como si aun quedase algo entre nosotros, pero siempre desde la otra orilla, desde la otra orilla.

Ilusiones:
Eso me pasa por ser un iluso. Por creer en que realmente a los que tiene poder de decisión les importa el trabajo y los resultados. Pero esto sería el final, vamos al principio. Llego, cargado de ilusiones. Si, se puede. Se puede conseguir que los que no están aparezcan. Si. se puede, hay alguien que puede ser la escalera, el apoyo, el guía, para llegar donde nunca se llega. No siempre, está claro, no es cuestión de que todos lleguen; pero puede que a uno, o dos, o cincuenta, el paso les acompañe. Puede que nos sorprenda una sonrisa de complicidad en el viaje, y una mano extendida en la llegada. Y ha bastado  un año, apenas 365 días puestos uno tras otro, para que todas las ilusiones (bueno, todas no que ya quedamos en que uno es un iluso, y eso tiene mala cura) vuelvan a estar en el reino de lo imposible, aunque con la dulce daga de la nostalgia.

Complicidad:
Todos sabemos lo que cuesta, o deberíamos saberlo. En un tiempo de desconfianza, de egoísmo (y entendámoslo sin malos rollos "egoísmo: yo primero"), en un tiempo de desilusión por lo social, por la amistad, por el compañerismo, ¿a trabajar la complicidad?. Pero he aquí que el esfuerzo, unido al iluso, van haciendo camino. Complicidad con los compañeros de trabajo. Bueno, seguramente ninguno daría su vida por mi; pero seguramente también a todos y todas les gustaría trabajar conmigo. Puede que sea porque me ven como un iluso, puede que sea porque conocen de mi esfuerzo, o simplemente puede que sea porque..... puede que sea. Y luego la gente, la que ya no espera mucho de nadie, de casi nadie, la que te mira con una mirada lejana, escondida, no vaya a ser que de nuevo alguien se quede con sus esperanzas y con su mirada. Y pasa el tiempo. Un día te paran en una tienda, otro suena el timbre de casa a las diez de la noche, otro eres tu el que ha de tocar un timbre a esas horas (no son horas, ya lo sé, pero me abre una niña de nueve años y me sonríe. La madre me invita a pasar -no sé si debo pasar,:, el padre me da las buenas noches y me escucha .apenas entiende español.), otro.... otro serían demasiados. Complicidad. Un año no ha acabado con esa complicidad; pero la ha situado lejos, en un lugar donde ya me llevan con dificultad mis cansadas piernas y donde, a menudo, ellos no han podido esperarme porque necesitan buscar otros cómplices que les ayuden, les sonrían, les escuchen. Y más ahora que saben que puede haber complicidad.

Esperanza:
Bueno, Esperanza es como se llamaba una compañera de trabajo el año pasado, en un curso con inmigrantes. La otra, la que debería de acompañar siempre al iluso, está curándose las heridas de guerra del último año. Supongo que volverá, convertida como siempre en una desbordante torpe a la que hay que frenar; porque siempre vuelve. Con la grande, con la que ocupa casi todo el espacio, no han podido; pero una de sus hijas, esa esperanza pequeñita, esa que confió en que todo lo anterior valía de algo, y sobre todo en que a la gente hay que quererla, cuidarla, pensar realmente en ella, a esa la enterramos no hace más de tres meses. Al entierro acudieron bastantes ex-compañeros de trabajo y alguna que otra de las gentes de que he hablado. Aun hoy hay quien me da el pésame al cruzarse conmigo. Yo sonrío, como si debiera consolarlos a ellos, como si fuera su esfuerzo, su ilusión, su complicidad y su esperanza, a quienes acabásemos de enterrar, y sigo caminado porque esa es mi condena: caminar. Ahora, apenas a unos pasos, tengo un nuevo giro en el camino. En el que dejo Fernando me ha dicho "yo conozco a poca gente tan buena como tu y que se preocupe tanto por los demás". No sé, por un lado me hizo sentir muy feliz, por otro recordé el funeral del que todavía estoy de duelo, y por otro pensé "Fernando es buena gente y me quiere, por eso dice esas cosas", no vaya a ser que me crea de verdad que ya está hecho, y que sólo falta que me den el premio. Menos mal que sé que el premio no es el que a menudo no tengo, ya sabéis, un trabajo estable, un buen sueldo, no, el premio está al final de una calle, yo paso caminando, no lo he visto, él, o ella, saben que no los he visto, podrían seguir en silencio, y de repente escucho un grito "¡¡¡¡ Román!!!!", me giro y saludo, me devuelve el saludo con alegría, y mientras me alejo pienso "ahí dejé algo, no sé si mucho o poco, pero dejé algo".

Se me olvidaba, con quien quería ser desagradable es con los actuales gobernantes del Ayuntamiento de Buñol.   Y que escuchen esto...

Domingo, 19 de diciembre de 2010.


2º.- Hoy voy a ser desagradable con.... aunque no sé si voy a ser desagradable o es él, o ella, o ellos quienes lo han sido conmigo pero...........voy a ser desagradable. A continuación copio la queja que entregué hace unos días (a mediados de diciembre de 2010) en el SERVEF de Barón de Carcer, en Valencia.


A la atención del responsable de determinar los ítems con los que se valora la experiencia profesional de los PROFESORES DE APOYO Y COMPENSATORIA  de los Talleres de Empleo y las Escuelas Taller:

D. Román .......... ............, mayor de edad, NIF .......................... domicilio C/ ........................., Buñol, C.P. 46360, Valencia, teléfono 000 000 000
EXPONE:

Mis varios años de experiencia como profesor de apoyo y compensatoria (maestro) en diferentes PGSs (Programas de Garantía Social), TISes y Tefiles (Talleres de Formación), curso de alfabetización de personas gitanas, etc. Junto con mis años de trabajo en centros educativos a través de proyectos municipales como Educador Social trabajando con jóvenes del perfil de los que luego encontramos en las Escuelas Taller, tienen el mismo valor que la capacidad de darse cuenta por parte de los responsables de qué ítems se valorarán, es decir, nada.

Solicito que vuelva a reconsiderarse la valoración de esa experiencia laboral en las plazas de profesor de apoyo y compensatoria. El valorar haber trabajado en centros públicos y privados y no valorar el haber trabajado en esos cursos y programas (que por otra parte también son ofertados por el propio SERVEF. Una contradicción más, el no valorar a los profesionales de otros cursos propios), lleva a situaciones como el que alguien que haya trabajado años en infantil o primaria tiene puntos y alguien con años de experiencia en PGS, PQPI; TIS, TFIL, y otros programas de este tipo no tiene nada (mi valoración el año pasado fue 2’8 en experiencia laboral y este año ha sido 0). Y no creo que sea necesario (aunque empiezo a dudarlo) tener que explicar a los responsables de decidir los ítems, el perfil del alumnado que hay en Escuelas Taller y Talleres de Empleo, un perfil idéntico al de esos programas, y no al de la educación reglada.

Por todo lo anterior confío en la capacidad de rectificación, y sobre todo en la intención de dar realmente un buen servicio, con profesionales cualificados, a los usuarios de esos programas, y que, si no ya en los programas que ahora se valoran, en los futuros programas y convocatorias, se introduzca, en la valoración de años trabajados con experiencia, el haberlo hecho en todo este tipo de programas (entre otras cosas para que los profesionales que trabajamos en ellos creamos de verdad que es una labor que le importa a alguien).

Esperando mi petición sea atendida y contestada por escrito, se despide atentamente D. Román Sáez Vallés, Maestro, Educador Social y ponente en la Universidad Pública y en la Universidad Católica de Valencia.(y por arte de la torpeza, parado a partir del mes de enero).

Fdo: D. Román .......... .........

En Valencia a  ........ de diciembre de 2010.

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