"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

Opiniones de alguien que debería estar callado.




Motivos por lo que "no" hay que iniciar una revolución armada:
(02 de octubre de 2011)

Motivos económicos: en una sociedad como la nuestra, donde cualquiera, y remarco lo de cualquiera, tiene la posibilidad de acabar siendo presidente del gobierno, de tener una casa con piscina, de comprarse un coche, no importa su precio, de poder ser director de cualquiera de las grandes empresas, que sentido tendría pensar en una revolución. Y más si miramos las cosas que suceden a nuestro alrededor. Pondré dos ejemplos. El primero tiene que ver con el niño tejedor de alfombras Iqbal Masih. Cuando trabajaba en un colegio leíamos esta historia a los alumnos. Triste, muy triste. Para que se concienciaran contra el trabajo infantil y la esclavitud. Pero tenía siempre la precaución de hacerles una pregunta “¿sabéis como llamamos en nuestra sociedad a la cadena que tenía atado a Iqbal Masih?, me miraban con cara de asombro y, antes de que pasase ese asombro, yo les decía “se llama hipoteca, sólo que en nuestras sociedad la hemos legalizado y normalizado” (esto sucedía por los años 90, siento haber acertado en esto, con tantas cosas en las que yerro). El segundo ejemplo tiene que ver con mi tío, al que añoro. A su vuelta de un viaje por los países del este, allá por los años 80, me contó que en los hoteles había un cartel que decía “hotel para turistas”, e intentaba hablarme de lo bien que estábamos en nuestras sociedad capitalista, lo libres que éramos y lo poco que lo eran “ellos”. Yo siempre le contestaba “aquí han sido más listos, más subliminales, en lugar de letras le han puesto estrellas”, y es que yo nunca he podido ir a un hotel de cinco estrellas. No me hace falta un letrero que me lo indique, he aprendido a leer los símbolos: estrellas, oro, lujo, etc. Son símbolos que me dicen “no es para ti, pero puedes seguir soñando, eso no me dará problemas”
No, la verdad es que no encuentro ningún motivo económico para iniciar una revolución armada. En una sociedad donde “tanto tienes tanto vales”, donde “el esfuerzo te hará llegar a las cotas más altas” (y todos sabemos que cotas son), donde….las armas son tan caras y están en manos de tan pocos, no tiene sentido buscar motivos.

Motivos sociales: escribo cómodamente sentado en el sofá de mi casa, en un ordenador de esos de 10 pulgadas que sólo los pijillos usamos, escucho música y llevo ropa de guaperas. Claro que en la tele acabo de ver algo sobre unos a los que llaman “sin techo” y algo más sobre parados; pero estoy convencido que las noticias no son reales, las ponen para que yo me sienta un privilegiado, estoy seguro. Mañana he de ir a mi trabajo. Por la mañana tengo dos familias. A una le han pillado a un hijo con droga y se van a separar, la otra…bueno la otra es más complicada. Y por la tarde cuatro adolescentes con problemas en el instituto, en la familia, en su barrio. Pero de verdad que estoy convencido que son actores, que mi vida es como la de Truman, que todo eso no es más que una interpretación de muchos actores para que yo pueda desarrollar mi vida sin problemas. Porque no puede ser verdad. ¿De verdad hemos llegado a un punto en que tenemos gente durmiendo en las calles? ¿Es verdad que bancos con miles de millones en beneficios quitan las casas a los que no pagan la hipoteca? ¿Es verdad que hay casi 5 millones de parados?, no, ¿es broma, verdad?, ¿lo hacéis para que yo mire mi sofá, mi ordenador, mi cigarro, mi…¿es broma, verdad?. Porque si no es broma voy a perder muchas de las razones por las que puedo justificar que no exista un levantamiento armado. Pero no, estoy seguro, luego, cuando salga a la calle, y me encuentre con uno de esos “sin techo”, me acercaré a él y, como en el relato de Kafka, le diré “te pille”, y seguro que me enseñará un carné de la asociación de actores, se quitará sus ropas viejas y debajo llevará un elegante traje. Seguro.

Motivos democráticos: y sé que estos me va a costar más encontrarlos, pero haré un esfuerzo. ¿Cómo podría nadie plantearse, siquiera de pasada, la posibilidad de una revolución en un estado democrático?, imposible. Nos ha costado años, que digo años, siglos, ir trabajando sobre el sistema democrático. Limando esquinas, ajustando tuercas, aceitando engranajes, hasta tener un sistema que funciona a la perfección. ¿Y si es así, por qué sigo teniendo la sensación, elección tras elección, que mi voto no sirve para nada? Y aquí es donde se escucha una voz en of que dice “¿has usado el termino “nos” en plural?”, inocente de mí yo contesto “claro, nosotros, el pueblo, ¿no ha sido así?”, y escucho risas, muchas risas, carcajadas. Porque resulta, años me ha costado entenderlo, lento que es uno, que ese “nos” ha dejado fuera a mucha gente. Ese “nos” eran apenas unos pocos, y siempre los mismos. Han conseguido crear un sistema democrático del que es imposible salir ni cambiarlo, al menos no con el voto. El voto es miedo, el voto es cautivo, el voto es conservar, miedo a perder. ¿Qué un partido pequeño, con ideas revolucionarias de cambio puede ganar unas elecciones?, y de nuevo escucho las risas (oigo voces). En el mejor de los casos les permitiremos tener unos cuantos escaños, pero tranquilos, me refiero a los “nos”, ya tenemos un puñadito de leyes que no permiten apenas el movimiento. Les dejaremos que griten un poco, que hagan aspavientos exagerados, que tengan la vana ilusión de que es posible un cambio jugando con las reglas. Serán felices, tampoco demasiado, no sea peligroso. Y cada vez que intenten dar un paso más allá de lo permitido, hablaremos de las leyes que hemos aprobado “entre todos”, y aquí si que los incluiremos, para que se sientan culpables. ¿Tienes algún problema?, para eso están las leyes. Tienes más problemas, a las próximas les votas a otros. Tienes demasiados problemas…pues lo siento, no quedan armas. Y de nuevo las risas.

Motivos…no, no vale la pena, si no he sido capaz de encontrar ni un motivo económico, ni social, ni democrático, para que voy a peder el tiempo en buscarlos culturales, religiosos, solidarios o extraterrestres. Supongo que el 20N iré a votar, si no estoy en paro y ando buscando trabajo (¿será un motivo económico), me despertaré temprano y saldré de mi casa, si no me la ha quitado algún banco porque la necesita para cuadrar cuentas (¿será un motivo económico), y cuando llegue allí echaré mi voto en la urna y confiaré en que servirá para algo, si por fin han cambiado la ley electoral y no se pierde en los restos (¿será un motivo democrático?). En cualquier caso volveré a casa tarareando una canción de un cantante que no es de mi devoción pero que no podré dejar de repetir  sin saber por qué: “nos sobran los motivos”.

 

 

¿Otro referéndum?                            jueves, 25 de agosto de 2011

De entrada se me ocurren diez o veinte cosas sobre las que se podría hacer un referéndum y que son más importantes que fijar un techo al gasto público. Y no quiero decir que esta no sea importante pero ¿qué tal modificar la ley electoral? ¿Qué tal asegurar la sanidad y la educación pública por ley y con partidas presupuestarias innegociables?, ¿qué tal…..?, no, no voy a poner quince o veinte. Pero pedir un referéndum me parece innecesario. ¿Por qué?, pues porque cada cuatro años (a veces menos) se hace uno, y la gente sigue votando PSOE y PP. ¿Por qué nos asombramos ahora que tomen según que medidas? ¿Acaso tanto unos como otros no las están tomando legislatura tras legislatura? ¿Hay que volver a hacer memoria sobre las reformas laborales de Felipe González? ¿Sobre el famoso referéndum sobre la OTAN? (ya veis para qué sirvió un referéndum) ¿Sobre las leyes de suelo público del PP?, y sobre tantos otros ejemplos. Ese referéndum se llama “Elecciones generales” y, aunque la mayoría conocéis mi opinión sobre la democracia, es el momento de realmente sentar las bases sobre lo que queremos de verdad. No, no voy a pedir el voto para ninguna formación política, pero si que pediré a quién no hay que votar. Dejad de votar al PP, dejad de votar al PSOE, dar la oportunidad a otras fuerzas políticas de demostrar si serán capaces de llevar a cabo lo que dicen. Si luego no lo son nos quedará poco margen para no darnos cuenta que nos queda poco menos que llorar, y si lo son habremos dado un giro cuando menos esperanzador a nuestras relaciones sociales.
El 20N tendremos no un referéndum, sino “el referéndum”. Esa fecha podremos decir de verdad si queremos que las cosas cambien. Y si después de ese día de nuevo tiene el poder el PSOE o el PP no nos lamentemos, no lloremos luego como niños pidiendo un referéndum, ni que no se apliquen según que medidas, ni nos quejemos de que se pliegan a los antojos del capital y no a los de la sociedad que deberían de representar.
Pero si ese día, o el siguiente, tenemos un gobierno diferente, uno que realmente anteponga al pueblo ante el capital, tendremos que preocuparnos de poco, porque igual que se reforma una constitución para fijar un techo al gasto público, se la puede reformar para eliminarlo, para reformar una ley electoral, para convertir España en una república, o para nacionalizar la banca, o convertir realmente este país en un país laico.
Ahora simplemente cada uno y una de nosotros tenéis tres meses para pensar lo que realmente quiere votar en ese referéndum del 20N.

 

  Pienso como tú, Rafa.

Otro panfleto y me hago japones.

de Román Sáez, el Martes, 12 de julio de 2011 a las 21:04
Dios me libre (y vuelve a nombrar a dios un agnóstico) de creerme que lo sé todo (si así fuese acertaría la primitiva de hoy) pero cada vez que veo que se cuelga algo sobre Islandia, algo sobre un nuevo lugar donde la democracia funciona, algo... me acuerdo de lo que os cuelgo debajo sobre remeros (leedlo, vale la pena, aprenderemos todos y os reiréis un rato). Nosotros, como no, somos los españoles, colgamos panfletos y nos felicitamos mutuamente de lo bien escritos que están y de cómo reflejan la realidad, leemos libros de iluminados que nos confirman en lo bien que analizamos la situación y lo claro que estaría lo que hacer para el cambio, nos regodeamos en lo acertadas que son nuestras ideas y en lo fácil que sería ponerlas en práctica (o al menos eso nos creemos), incluso en ocasiones, con suerte, alguno de nosotros hasta llega al poder, y los demás esperamos espectantes "ahora las pone en marcha", y lo que hace es escribir más documentos donde de nuevo se analiza, se aclara, se desmenuza con una claridad que hace que nos asombremos de que no se pongan en marcha y.... de nuevo en el mismo sitio. Pues nada, personalmente, y si alguien quiere hacer una competición de remo en serio, me pido la canoa japonesas, comienzo a estar como el remero español "hasta los huevos de documentos y análisis".

LOS REMEROS JAPONESES Y LA ORGANIZACIÓN ESPAÑOLA
Cuentan los más veteranos que, hace pocos años, se celebró una competición de
remo entre dos equipos de empresas del mismo ramo, una japonesa y la otra
española. Tras dar la salida los remeros japoneses imprimieron un fuerte ritmo,
empezando a destacarse claramente de los remeros españoles. En la meta, la ventaja del equipo oriental acabó siendo de una hora. La dirección de la empresa española se reunió entonces para analizar las causas de tan bochornosa actuación, llegando a la siguiente conclusión:
"Se ha podido observar que en el equipo japonés había un jefe de equipo y diez
remeros, mientras que en el nuestro había un remero y diez jefes de equipo, por lo que el año próximo se adoptarán las medidas adecuadas."
Al año siguiente se repitió la competición y, nuevamente, el equipo japonés empezó a destacarse desde la primera remada; esta vez la ventaja obtenida fue de dos horas y media sobre los españoles.
La Dirección volvió a reunirse, tras la bronca de Gerencia, para estudiar lo sucedido y vieron que ese año el equipo japonés de nuevo se compuso de un jefe de equipo y diez remeros, mientras que en el suyo, tras las eficaces medidas adoptadas el año anterior, se componía de un jefe de equipo, dos asesores de gerencia, siete jefes de sección y un remero. Tras un minucioso análisis, se llegó a la siguiente conclusión:
"El remero es un inepto."
Un año más tarde, como no podía ser diferente, el equipo japonés escapó nada más darse la salida. La embarcación española, que aquel año se había encargado al Departamento de Nuevas Tecnologías, llegó con tres horas de retraso. Tras la regata, y a fin de evaluar los resultados, se celebró una reunión al más alto nivel en la sexta planta de la sede social, llegándose a la siguiente conclusión:
"Este año, el equipo nipón optó una vez más por su ya tradicional tripulación, formada por un jefe de equipo y diez remeros. El nuestro, tras una auditoría externa y el asesoramiento especial del Departamento de Organización optó por una formación mucho más vanguardista, que se compuso por un jefe de equipo, tres jefes de sección con plus de productividad, dos auditores externos y cuatro vigilantes de seguridad que no quitaban el ojo al único remero, al que habían sancionado quitándole todos los pluses e incentivos por el fracaso registrado el año anterior."
Tras varias reuniones, se acordó que, "para la próxima regata, el remero será de
contratación externa, toda vez que a partir de la decimoquinta milla marina se ha
venido observando cierta dejadez en el remero de plantilla escuchándole frases como “ Que os vayan dando” y “ Va ha remar tu … madre” , actitud que rozó el pasotismo en la línea de meta, llegando nuevamente a la conclusión el remero es un incompetente”.

¿Justifica “Reacciona” la posibilidad de un levantamiento armado del pueblo?

de Román Sáez, el jueves, 07 de julio de 2011 a las 19:24
¿Justifica “Reacciona” la posibilidad de un levantamiento armado del pueblo?
La importancia de un signo ortográfico, porque si se me hubiesen olvidado los signos de interrogación quién sabe si se me podría acusar de agitador, o de promover la violencia. Pero lo cierto es que este año, entre unos cuantos relatos, algo de Faulkner, algo de Samuel Bellow, y alguna que otra cosa, se han colado diferentes libros en este orden: “Algo va mal” de Tony Judt, el famoso “Indignaos” de Hessel, y finalmente el “Reacciona” de varios autores (pendiente, encima de la mesa, tengo el “Comprometeos” también de Hessel, aunque me da miedo que sea un “aprovecha el tirón”, ya veremos).
Pero volvamos al tema. Después de leer esos libros (especialmente recomendable el de Tony Judt), me asalta una duda más que justificada al leer “Reacciona”, y es precisamente el título de este artículo “¿Justifica “Reacciona” el levantamiento armado del pueblo?”. Seguramente ni una sola de las diez personas que han plasmado sus ideas en este libro estaría de acuerdo con el título, pero es que después de leerlo se me ha quedado un gusto amargo en la garganta a derrota, a imposibilidad, a impotencia (y eso en un optimista enfermizo como yo, y que además sigue creyendo en las utopías, es peligroso). Podría hacer mención de cada uno de los artículos del libro, pero haría excesivamente largo este texto (y además si os cuento el final ya sabréis quien es el asesino. Perdón por la broma, licencia de quien escribe); pero en cada uno de ellos existe el mismo planteamiento “no se podrá cambiar nada, nada”, pese a que en todos utilizan a manera de slogan, y en diferentes formas verbales, la palabra “reacciona”. Y yo me pregunto ¿reacciona ante qué? Si los medios de comunicación están en manos del capital, como decís, si la legislación está en manos del capital, como decís, si ya se han hecho intentos más que honrados (léase el de Federico Mayor Zaragoza) de crear organismos que aseguraran la igualdad, la desaparición del hambre, la educación global, etc. y han acabado en manos del capital, y sin el sentido con que se los creo, como decís, si los medios de comunicación desinforman porque también han acabado en manos del capital y filtran un mundo irreal donde todos somos felices, y seguirá siendo así, como decís, si…… ¿de verdad creéis, y nos queréis hacer creer, que basta con reaccionar, con enfadarnos un poco, poner mala cara, arrugar la nariz, y lanzar un par de proclamas que acabarán en una camiseta de moda dentro de dos años (o menos, porque el mercado es hábil en utilizar lo que dará beneficios)? ¿o que basta con un 15-M que ya está desapareciendo a marchar forzadas de nuestros informativos (cuánto hace que no me siento informado), y será reemplazado por cualquier levantamiento en otro país, que será reemplazado por un terremoto en… que será reemplazado por….? (A colación, ¿sabemos que ha pasado por fin en Túnez, o en Egipto, o cómo está Palestina, alguien se acuerda del conflicto chino con el Tíbet? ¿Sigo, o la vergüenza personal ya ha ocupado su lugar?. Bien creo que todavía puedo apretar un poco más. Ayer, casualmente ayer, se asomó Somalia a mi televisión. Supondré que todos sabemos donde está Somalia, y haré un esfuerzo en creer que todos sabemos que padecen un hambre parecido a una plaga bíblica (porque casi se remonta a aquellos años. Yo recuerdo las imágenes en blanco y negro de esa hambre, eran los mismos ojos, los mismos niños, ahora son en color, pero eran los mismos).
Y ahora estamos bombardeados por libros que nos hablan de que esto no da más, que hay que cambiar, que reaccionar (algunos buenos libros, porque la plaga de libros sobre el 15-M comienza a sonar demasiado a “aprovechemos el tirón”) como si fuese algo que ha empezado hace no más de cuatro días. Los siguientes versos son de Espronceda, del poema “A la degradación de Europa” (se recomienda leer el poema entero)
Miseria y avidez, dinero y prosa,
en vil mercado convertido el mundo,
los arranques del alma generosa
poniendo a precio inmundo,
cuando tu suerte y tu esplendor preside
un mercader que con su vara mide
el genio y la virtud, mísera Europa,
Podríamos haber ido mucho más atrás y encontrar autores que ya nos avisaban de lo que estaba pasando con la codicia, con la avaricia, con la manera en que se estaba relacionando la humanidad; pero es innecesario seguir apuntando lo que todos sabemos.
No, no es un problema nuevo. No es verdad que no se hayan hecho intentos de cambiarlo (incuso intentos violentos). No es verdad que las generaciones anteriores fuesen más torpes, menos comprometidas (las grandes luchas sociales ya son muy viejas). No es verdad que estemos en un sistema democrático (así comienza Sampedro en el primer texto de “Reacciona” y estoy de acuerdo con él, aunque no en todo) por mucho que todos los días nos lo quieran repetir. Como no es verdad que las fuerzas del orden público estén para proteger y ayudar al pueblo, como hemos visto en tantas ocasiones (a no ser que el pueblo no sean mil, o dos mil, o cien mil ciudadanos y si los treinta o cuarenta que han estado con “nuestros votos” dentro de los hemiciclos).
No soy violento, no soy partidario de las soluciones violentas (o al menos eso creo); pero después de leer “Reacciona” (además de los libros ya apuntados y cientos –quién sabe si miles- de artículos sobre temas sociales) no sabría explicar el porqué pero esa es la frase que me vino a la cabeza “¿justifica Reacciona” la posibilidad de un levantamiento armado del pueblo? (tampoco sabría decir si mi primer pensamiento llevaba los signos de interrogación).
Quiero acabar con una cita (no sé si esto es plagio) que aparece al final del texto escrito por Federico Mayor Zaragoza. Él cita los siguientes versos de José Ángel Valente
“lo que hemos destruido
sobre todo en nosotros…”
Y me hicieron pensar, porque lo realmente grave no es (pese a serlo) lo que hemos destruido socialmente: democracia falsa, derechos perdidos, asilamientos personales, etc. Lo realmente grave es “lo que hemos destruido sobre todo en nosotros”, hemos dejado de ser seres comunitarios, preocupados por mis vecinos, dispuestos a la ayuda, honrados (esa honradez que no deja que el tirano gobierne), hemos destruido en nosotros la capacidad de crítica, de no soportar las injusticias, hemos destruido la necesidad imperiosa de ser alguien en la sociedad, de convivir, ya sabéis “vivir-con”, y no “vivir-contra”. Y hemos dejado que otros, ellos, ya sabéis, remplacen todo eso por codicia, por envidia, por necesidad de medrar, por dos minutos de gloria, por………


Esta mañana, después de estar un rato analizando la política de mi pueblo con uno de mis dos panaderos (Vicente), ha entrado Rafa (mi otro panadero) y ha dicho “va a haber pacto, me lo han dicho”. He salido de la panadería, pensando en ello, y ahora, al llegar a casa escribo.
¿Pacto?, esperemos que si, que lo que le han dicho a Rafa sea verdad pero ¿qué pacto? Todavía recuerdo el último. Un reparto de concejalías de la siguiente forma más o menos ”estas para ti, estas mí, haz lo que te salga de los cojones y no molestes, y cada vez que pueda hablaré mal de tu gestión”, cómo pacto que da para que sea divertido y poco aburrido si, pero como pacto para crear por nuestro pueblo deja mucho que desear. Por eso, y perdóneseme el atrevimiento (quién soy yo sino un pobre desgraciado), me voy a permitir dar una serie de ideas para que ese pacto, si al final se produce, nos deje a la gente de Buñol la sensación de que esta vez es un pacto de verdad, para trabajar por Buñol.

  1. el pacto debe de dar lugar a un proyecto común, por escrito y público. Un proyecto que contemple las líneas de actuación básicas, tanto a nivel general del ayuntamiento como a nivel de cada concejalía. Mucho pedir sería que dicho proyecto fueses llevado a la aprobación de la gente a través de asambleas populares.

  1. los firmantes del pacto se han de comprometer por escrito a abandonar su cargo (sea el de alcalde o el de concejal), si su interés personal (político o de trabajo) en cualquier momento puede hacerlo peligrar.


  1. dicho pacto será revisable anualmente a través de una encuesta de satisfacción entre la ciudadanía de Buñol, realizada por agentes externos al Ayuntamiento de Buñol (Universidad, etc.).

  1. aquellas concejalías declaradas de especial importancia y sensibilidad pública (urbanismo, personal, servicios sociales, como mínimo) serán gestionadas por dos concejales (uno de cada partido de los firmantes del pacto –EU, PSOE, IAB-, de tal manera que sea el acuerdo y el proyecto el que marque la dirección de las acciones en esas concejalías y no la dirección personal ni de uno de los partidos.


  1. los firmantes del pacto se comprometerán a una reunión, como mínimo bimensual, para revisar el pacto y evaluar y corregir aquello que deba de ser modificado.

Supongo que podrían ponerse muchas más ideas. Pero lo dejaremos aquí, cualquiera que quiera añadir otra de carácter general puede hacerlo. Recordar que quienes se van a sentar a elaborar ese pacto (siempre y cuando Rafa tenga razón, y yo así lo espero) no son sino nuestros representantes, y se supone que se sientan para cumplir lo que nos han prometido en campaña. Ahora sólo falta lo de siempre, esperar, confiar, y seguir lanzando ideas desde cualquier parte (hoy las redes sociales de Internet nos dan una oportunidad que antes no teníamos para opinar sobre cualquier tema casi al instante para evitar que luego nadie diga “yo no sabía que la gente quería esto o lo otro”) para que no se les olvide que estamos aquí, que seguimos opinando y exigiendo, que somos de izquierdas.

28 de mayo de 2011


¡Indignaos!.... pero menos.

Realmente me es muy complicado por donde comenzar. ¿Cómo decir algo que sé  que puede acabar haciendo ver que he dicho lo contrario? Vale, lo más fácil será simplemente decirlo.
Ayer llegó a mis manos “¡Indignaos!”, el libro que tanto éxito ha tenido en Francia del autor Stéphan Hessel. La verdad es que no es “Q”, que tiene más de quinientas páginas, es apenas un librito de 59 páginas, incluyendo el prologo de José Luís Sampedro, y las notas finales del editor; por lo que esta mañana, aprovechando el sol de este 24 de febrero, ya lo había terminado de leer. Me he puesto a leerlo con un bolígrafo en la mano (tengo la costumbre de subrayar en los libros, aunque no todos la comparten. Eso me sirve tanto para resaltar lo que creo importante, como para darme cuenta cómo he cambiado cuando releo un libro a los años y no entiendo por qué subrayé algunas cosas y por qué en otras no lo hice). Apenas he marcado dos o tres frases en todo el libro. He cerrado la tapa al terminarlo y he pensado “¿ya está?”. Si no fuese porque es un juego de palabras facilón podría decir que el acabarlo estaba “indignado”.
¿Quiere esto decir que no recomiendo su lectura?, en absoluto. Recomiendo que se lea; pero si alguien espera encontrar algo sorprendente, de hecho si alguien encuentra en el libro algo sorprendente, sólo podrá ser por dos cosas; o porque no ha leído nada del hombre que escribe el prólogo (recordemos que es José Luís Sanpedro), y de otras gentes que hace años que escriben lo mismo y con mayor profundidad, o porque tiene fácil el recurso de la sorpresa. Aun así mi capacidad de análisis no es muy buena, por lo que le he preguntado a una persona cercana y que ayer ya había leído el libro (y de la que fío en su criterio) “¿qué te ha parecido?”, y su repuesta ha sido “no me dice nada nuevo”; pero claro ella también ha leído a Sampedro y tantos otros.
Ahora lo contradictorio: RECOMIENDO LEERLO. Lo recomiendo porque no me importa si el marketing por una vez en la vida le ha hecho un favor a un escritor comprometido socialmente. Lo recomiendo porque puede que así, con una sencillez que casi da ternura, comencemos a indignarnos (algunos un poco más de lo que ya lo estamos). Y vuelvo a recomendarlo por lo que ya dije en uno de mis escritos “porque no basta con la buena voluntad, hace falta una base teórica” y el libro ayuda a tenerla.
Ayuda a comprarlo y leerlo el hecho de que apenas valga 5 euros (aunque en Francia valía 3 y en el País Vasco también), como ayuda que tanto Hessel como Sampedro, ambos con 94 años a sus espaldas, conserven la capacidad del asombro porque no se hagan las cosas mejor en esta sociedad y fuerza todavía para “indignarse”


24 de febrero de 2011


Co-Pago

…pero es que es tan difícil que alguien que debería de estar callado lo esté. Escucho en un programa de radio a gente con una ideología pública de izquierdas (alguno de ellos, a los otros no puedo situarlos) justificando, aunque entre disculpas, la posibilidad de que exista, y exista como una buena medida, el “co-pago”.
No sé si será porque en estos días llega a España el libro ´Indignez vous, un libro del nonagenario Stéphane Hessel, o simplemente porque tengo facilidad para la indignación, pero tener que explicar a estas alturas lo que supone que algo sea público y, sobre todo, tener que nombrar siempre la palabra “gratuito” (ya hubo que hacerlo hace unos días en una charla sobre la escuela pública) unida a ello, comienza a ser demasiado repetitivo y preocupante.
Cualquier servicio público debería de ser por definición gratuito, y ya son demasiados los servicios que pese a llevar el adjetivo “público” olvidan el de “gratuito”. Hoy nos vamos a centrar en la sanidad. Explicación innecesaria: el estado recauda dinero a través de diferentes vías. Una son los impuestos indirectos (personalmente opino que deberían de desaparecer, al menos los que gravan el consumo de bienes y servicios, aunque sería partidario de que se mantuviesen los que gravan la transmisión de patrimonio), otra son los impuestos directos, aquellos que todos conocemos como IRPF, entre otros. Este impuesto tiene la ventaja de que puede establecerse en función de las ganancias de cada persona, de tal modo que quienes obtienen más ingresos tributan más a la sociedad. De todos esos impuestos recaudados, el Estado (es decir, todos los ciudadanos) pone en marcha políticas sanitarias universales, públicas y gratuitas para que nadie se quede fuera de esa atención sanitaria. Mientras sea así, mientras la asistencia médica, la estancia en hospitales, la obtención de medicamentos (aunque esto cada vez lo es menos) sea gratuita, estaremos asegurando el acceso universal e igualitario a la sanidad. Incluir el co-pago, es incluir de nuevo un impuesto indirecto que va a afectar más a las personas con menos poder adquisitivo y, la mayoría de las veces, en las peores circunstancias (tener que pagar por la sanidad cuando se está de baja, por ejemplo, con menores ingresos). Todos sabemos que las de mayor poder adquisitivo ya tienen su seguro privado y sus médicos privados. Luego vendrán las justificaciones sobre si se devuelve el dinero pagado, o si en según que circunstancias no habría que “co-pagar”; lo que ya nos lleva a plantearnos el “entonces ¿para que se pone?”.
No, el co-pago no es ninguna solución, al menos no es una solución para la mayoría de la gente. Y sobre todo es olvidar que la sanidad ha de ser “universal”, “pública” y “GRATUITA”.
Ya perdimos gran parte del transporte público en manos privadas, estamos perdiendo la educación y la gestión de los centros educativos en manos privadas, estamos perdiendo la gestión de los residuos y del agua (bien que debería de estar siempre gestionado de manera pública) en manos privadas, y ahora, alguien que se postula desde unos ideales de izquierdas, deja entrever la posibilidad de que sería una buena medida para que la sanidad funcionase mejor el “co-pago”.
Dos reflexiones, una general y la otra de alguien que debería de estar callado.
General: todavía no está el libro en nuestras librerías (según noticias llega hoy) pero seguro que Stéphane Hessel tenía menos motivos para indignarse en Fracia que nosotros en España (pese a que seamos, por lo visto, mucho más sumisos que ellos).
De alguien que debería de estar callado: para la persona (o personas) que sean capaces de defender el co-pago: ser de izquierdas es algo más que cuatro líneas en un panfleto o una postura para la foto. Cada vez que alguien de izquierdas justifica la privatización de un servicio público está poniendo a la venta años de lucha, años de esfuerzos por una sociedad más justa. Siempre será más fácil para esas personas dejar de postularse como gente de izquierdas, porque entonces ya no tendrán que justificar nada como pidiendo disculpas.

22 de febrero de 2011



¿Eres estudiante o gilipoyas?

El siguiente texto estaba preparado para enviarlo al Nou Dise (periódico de la Universidad pública de Valencia), con pocas esperanzas de que fuese publicado. Por eso el título “¿Eres estudiante o gilipoyas?”, un titulo que pretendía captar la atención, como espero haber captado la tuya, más que ofender (porque como se ve al final ese apelativo iba destinado a mi). Pero como veo que últimamente ya se plantea en algunos foros el tema del voto he decidido colgarlo ya, y pediros que lo colguéis en vuestros muros y circule porque…..no nos demos el disgusto de acabar pareciendo gilipoyas. Donde dice “estudiante” se podría poner perfectamente “persona”.

Mira, no sé a ti, pero a mí no me gusta el sistema democrático, al menos no como lo tenemos montado por estos sitios; pero voy a votar. Saber que realmente ejerzo mi “voluntad” durante un segundo cada cuatro años, y además confiar en que a los que voto no traicionarán el programa que vote, me parece poco equipaje para llamar “democracia” a algo (seguramente los antiguos griegos se partirían de risa); pero voy a votar.
Tampoco comparto la opinión de aquellos que dicen “si no votas luego no tienes derecho a quejarte”, porque no deja de ser una frase totalitaria que viene a decir “o participas de mi sistema o no estás dentro”, y no es verdad, puedo elegir la forma de estar dentro (o fuera, si se da el caso); pero voy a votar. Ni me gusta que en las listas electorales figure gente que ya ha demostrado su nulo nivel de competencias y, muchas veces, que está en política para su negocio personal por encima del servicio al pueblo; pero voy a votar. En ocasiones ninguno, habrá quien me podrá tildar de exigente, de los programas electorales llenan mis expectativas, incluso aquellos a quien ya vote, y volveré a votar, han secundado y firmado pactos, leyes, con las que no estaba de acuerdo; pero voy a votar.
Como veis tengo motivos, muchos, y muy importantes para no ir a votar; pero voy a votar. Y lo hago elección tras elección, sean generales, autonómicas o municipales. Me levanto temprano, tomo el camino al colegio electoral, entro y cojo mi voto, a la vista de todos (porque soy quien soy y no he de esconderlo), y uso mi minuto de democracia. Y lo hago porque sé que no hacerlo es darle el voto a los que no quiero. Lo hago porque es la manera que tengo de que alguien que se acerque algo a lo que pienso pueda estar donde se toman decisiones. Lo hago porque esas decisiones tendrán su importancia en la vida de mi hija (que por cierto está en la Universidad, como vosotros/as, y sufre alguna de esas decisiones: master). Pero sobre todo lo hago porque no quiero parecer un “gilipoyas” al decir “yo no voto, que se jodan” y no ser consciente de que eso es mentira, de que al no votar le doy mi voto a la formación más votada. Y no sé vosotros pero yo, aquí , en la Comunidad Valenciana, no quiero votar PP. Por eso el día 22 de mayo…..voy a votar.


16 de febrero de 2011


Esta noche apagaré la luz,  pero…..

Esta noche apagaré la luz pero…. Uno recuerda una frase de un César, no importa cual, aquella que decía “divide y vencerás”, luego toma un poco de la inteligencia de análisis de un escritor que acabo de leer, y finalmente Internet (por lo que supone de globalización), y se le ponen los pelos de punta ¿tan listo era ya aquel César que pronosticó lo que sería Internet?.
Hace unos años, no tantos para lo que ya llevamos algunos a las espaldas, se pertenecía al video forum del pueblo, se formaba parte del intento de montar una revista local, o de una asociación cultural que siempre incluía el nombre del pueblo en sus siglas. Entonces uno tenía la sensación de pertenencia, reconocía a sus iguales porque los veía a menudo, los problemas estaban a no más de veinte metros de la intención y del esfuerzo. Se tenía la innegable sensación de formar parte de un proyecto posible y tangible. Un proyecto que no dependía de los medios de comunicación, y donde los miembros que lo formaban pertenecían a un espacio físico cercano. Hoy no, hoy, con toda la buena intención se pertenece a green peace (quiera el poco crédito que tengo que lo haya escrito bien), a médicos sin fronteras, y a dos o tres grupos más, junto con gente a la que no conocemos, que vive en otras partes del planeta. Con gente con la que no sé si comparto algo más que el hecho intangible de ser miembro de alguna de esas ONGs. Y no digo que eso esté mal, no (aunque más de una ONG nos ha dado algún susto luego con su financiación o con el uso de los fondos); pero hemos olvidado la comunidad.
No sé, puede que aquella teoría de trocear el problema en lugar de intentar abarcarlo todo, he ir solucionando pequeños problemas hasta darse cuenta de que hemos resuelto el grande, no sea tan ridícula. Puede que si empezamos a arreglar todo lo que tenemos cerca, primero aquello que alcanzamos con la mano, luego lo que nos cuesta unos veinte o treinta pasos, luego lo que está tres calles más allá, puede que entonces…..
Por cierto, para todos aquellos empeñados en arreglar el mundo, así, a lo bestia “el mundo” (y aquí dejaré fuera a los dos o tres columnistas de periódicos a los que si les oigo nombrar de vez en cuando la historia), ¿os acordáis de Haiti? ¿Os suena de algo la lucha no hace mucho del Dalai Lama (aunque uno no esté muy de acuerdo en cómo funciona el Tibet)? ¿Estáis ya en Irán o todavía os acordáis de Egipto, no digo ya de Túnez? ¿Alguien sabe si ya come toda la población en Etiopía? ¿Toca de nuevo algo sobre Palestina?.... televisión, lo que no sale en televisión ya no existe; pero mi comunidad, la calle donde vivo, las calles por las que paso para ir a mi trabajo, la familia que no llega a fin de mes en mi barrio, la mujer a la que le pega un vecino, el niño que está sin ir al colegio dos semanas y que veo todos los días en la calle, el perro que acaban de abandonar en las huertas por las que paseo, eso no hace falta que me lo saquen el la televisión, eso lo veo cada día.
Hemos dejado de ser seres comunitarios, y eso se paga. Divide y vencerás, pon a la gente en contacto por Internet, crea grupos de apoyo, cuantos más mejor, crea grupos de lucha “anti”, cuantos más mejor, y cuanto más lejos esté la gente que los forma mejor. Mantendrán todos esa sensación agradable de quijotes paladines defensores de un mundo mejor, y puede que así se olviden de que el mundo está justo al abrir la puerta.
Pues si, está justo al abrir la puerta. Consigue que la escuela de tu pueblo funcione bien, y sumando todas las escuelas de tú país, del mundo, funcionarán bien; consigue que los servicios sociales de tu pueblo funcionen bien, y súmalos a los de los demás pueblos, consigue que la gente comience a colaborar con la gente que tiene al lado, curiosamente eso es algo que se contagia, y acabaremos todos colaborando.

Nada, lo dejo aquí, no me hagáis mucho caso, no sé si es porque no he tenido un buen día o puede que sea porque me han cobrado la cuota de un par de organizaciones que no sé donde tiene su sede. Ahora entraré un rato en Facebook, luego colgaré este escrito en mi blog, y finalmente pondré la tele, no vaya a ser que la revuelta incipiente en Irán ya sea un tema viejo y haya una nuevo motivo (casi seguro que no será el hambre en Etiopia, eso está muy visto) por el que hacer alguna manifestación “anti”


15 de febrero de 2011


Ser político/a

Se acerca la hora de volver a elegir representantes locales, apenas unos meses, y todos sabemos como corre el tiempo. Y los partidos han elaborado sus listas electorales con hombres y mujeres de nuestro pueblo. Sé de las dificultades de elaborar dichas listas (y a menudo es culpa nuestra, de aquellos a los que se nos proponen cosas y por diferentes motivos no aceptamos); pero eso no exime a nadie de lo que trata este texto.
Politico/a: Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Así recoge el DRAE en su acepción número 9. Y, aunque todos/as tiene derecho a expresar sus opiniones (todas son lícitas, todas), uno se pregunta si esa gente que forman las diferentes listas han hecho sus deberes.
Vivimos en un país de autodidactas y gentes con buena voluntad. Contaré una historia sobre la buena voluntad: “hace unos años, Madrid, dos de la madrugada, un grupo de gente reparte octavillas ante la embajada de Estados Unidos en contra de la Academia de las Américas. La mujer en casa de la que pasé la noche, una señora de ochenta y muchos años, en un descanso (había que verla repartir octavillas), y ante la mirada de unos quince antidisturbios (no éramos más de diez repartiendo) me dice "colaboro en un centro de personas mayores, y el otro día una enfermera me dijo que no ayudaba con mi actitud a la gente de allí", yo le pregunté por qué, y ella me dijo "porque cada vez que veo que va a levantarse un abuelito enseguida voy y le ayudo, y me dijeron que así conseguiré que acaben por no ser capaces de levantarse solos". Esta historia, además de traerme a aquella mujer a la cabeza (al día siguiente descubrí que ella había dormido en una cama plegable en la cocina y a mi me había dejado dormir en su habitación) me sirve para decir que no basta con la buena voluntad. Cualquier persona que se presente para representar a los demás, y en especial a la gente que se autodenomina de izquierdas ( y me evitare las bromas sobre lo de izquierdas que son algunos partidos), debe de hacer el esfuerzo de decencia de informarse y formarse. No basta con lo que escucho en el partido, con la ilusión, con las buenas intenciones. La gente construimos pensamiento con la palabra, por eso la lectura es fundamental. Taibo, Sampedro, etc. son escritores que deberían de estar en cada mesita de noche de la gente que se presenta. Y hoy, especialmente hoy, voy a recomendar un libro que todos y todas los de las listas (incluidos los de partidos de centro o derecha) pero especialmente los que lo hacen bajo el paraguas de “la izquierda” están en la obligación de leer para entender un poco mejor por qué luchan, por qué hemos llegado al punto que hemos llegado, y algunos de los caminos que se deberían de seguir y con que argumentos. “Algo va mal” de Tony Judt, que tuvo la indecencia de morir el año pasado, y la tuvo porque voces como la de él deberían de tener un tratamiento especial por parte de la vida.
De verdad, pensar que alguien autodidacta, con la mejor de las intenciones, pasa a ser alguien especial para la política cuando además tiene un bagaje que le permite ser un/a “experto” (y sé que esto último es un guiño que sólo yo entenderé).


jueves, 3 de febrero de 2011


Sobrevalorado/a

Vivimos en una sociedad que tiende a sobrevalorarlo todo. La mistad, la sinceridad, la ética….todo. En estos días si alguien no es algo al cien por cien ya comienza a levantar recelos entre sus “¿iguales?”. Entonces aprovecho para declararme un 20% sincero (igual hasta me paso), un 33% amigo de mis amigos, un 16 % ético (en estos días la ética está muy cara), y no más de un 40 % en cualquiera de los otros campos en los que ahora estés pensando. Y es que declararse al cien por cien en algo es asumir la estupidez con un porcentaje cercano al 120 % (igual ya son demasiados porcentajes para alguien que es de letras). Declararse inamovible es negar los estragos que el tiempo, y a veces el poco espacio, hace en nuestras vidas. “Juro que jamás haré esta o aquella cosa”; pero lo juro yo, hoy, en este momento, porque mañana, cuando ya no sea el que soy hoy, cuando acumule nuevas historias, nuevos miedos, nuevos triunfos y nuevas desilusiones, puede que el que sea no se vea con fuerzas de seguir llevando a cuestas el juramento del torpe que soy hoy. ¿No te vale que te lo jure por unas horas? ¿No te conformarás con que mi ética dure al menos diez segundos más que tu integridad?
Porque cuando mañana ya no sea el que soy hoy, cuando sea otro al que lo que juré no hacer le apetezca como nada le apeteció antes, como si fuese lo más fundamental de la vida ¿qué haré entonces? Le diré “chaval, mala suerte, ya sabes, la ética. Y ves acostumbrándote porque la ética dura toda una vida”. Menos mal que mi ética, ya lo dije, no ocupa más de un 16 % (y aun así creo que supera en mucho la de otros).
Por eso cuando le fallo a un amigo no me cojo una depresión (no sería lógico), en lugar de eso espero que comprendan que no soy perfecto y que esperen que llegue su porcentaje. O cuando miento (mentir no se me da mal, puede que ahí mi porcentaje aumente), no espero que se sorprendan. ¿Cómo sorprenderse si ya están avisado, si nunca dije que la sinceridad fuese mi bandera?.
No, no se trata de tenerlo todo al cien por cien. Basta un pequeño porcentaje, un porcentaje serio, capaz de poder vivir en paz con él. Un porcentaje que nos deje crecer como personas, cambiar de ideas (quien sólo tiene una idea y la mantiene durante toda su vida se arriesga a………….. no sé, ¿las ideas se pudren?), que nos deje avanzar, hacernos viejos siendo cada vez más críticos.
Bueno, lo dejo aquí, justo unos segundos antes de que mi porcentaje de sinceridad, el cupo que me tocaba para hoy, se termine y acabe escribiendo que todo lo anteriormente dicho es mentira.




Vivir de mentiras

No sé si soy bueno para los números, pero así, a ojo de buen cubero, vivimos en una sociedad, en un mundo, lleno de números. Veamos unos cuantos que. Igual que hacía Borges con la mitad de sus personajes, me tomaré la libertad de inventarme. Por un lado porque no tiene mayor importancia que el dato sea exacto, por otro porque sería una labor ingente el tener que buscarlos por Internet.
Deben de existir en el mundo algo así como unos cuantos millones de asociaciones contra el maltrato animal, otros cuantos de millones de ideologías políticas con matices apenas perceptibles para una mente lenta como la mía, cientos de millones de religiones (alguno dirá “no tantas”; pero teniendo en cuenta que la religión tiene mucho de personal creo que si serán tantas). Otros cuantos millones de asociaciones culturales (y aquí me permito una ofensa “de estas hay menos porque la cultura no es un bien que se contagie como la estupidez”). Y así podría seguir nombrando asociaciones, colectivos, reuniones, ateneos, centros, etc. hasta que o bien se acabaran los números o mi paciencia (y de las dos cosas voy escaso).
Y una vez analizado con exactitud (y si alguien duda de la exactitud de los números que he dado que se tome la molestia de cotejarlos en Internet) el panorama ante el cual nos movemos, entramos de lleno en eso de “vivir de mentiras”. Convengamos, y será mucho convenir, que gran parte de lo antes nombrado se basa en la unión para conseguir algo, en ceder parte del ego a favor del colectivo, en adoptar como propios unos ideales, unas metas comunes en detrimento (siempre y cuando no sea un detrimento total) de lo propio. Entonces uno, que de cosmopolita sólo tiene la imaginación ya que se ha pasado la mayor parte de su vida en unos mil metros cuadrados, se pregunta, con esa estupidez que sólo puede venir de la ignorancia, “¿a qué tantos millones si bastaría con uno, sólo con uno?”. Por ejemplo una religión, y comienzo por algo en lo que me siento especialmente incómodo. Una sola, con  un solo dios, con unos cuantos mandamientos, igual da si son diez o catorce, con un sólo cielo y medio infierno, y con una fe (a poder ser de las de San Manuel, aquel que era “bueno y mártir”). Y a la vez un solo campo para los ateos (supongo que sólo hay una forma de ser ateo). Luego un par de partidos políticos, no más de dos (vale, está claro, uno de derechas y otro de izquierdas). Cada cual elige su lado. Incluso con el tiempo se puede pasar de un lado a otro sin mucho perjuicio personal y sin mucha perdida. Ya no nos extenderemos mucho en lo de los millones de asociaciones culturales, como si hubiese millones de culturas diferentes. Ni en las asociaciones de defensa de los animales, con una que los defendiese a todos bastaría. Pero no, creamos cientos, miles, millones, y uno se pregunta el por qué de esta situación. Y uno, es decir yo, que tiene una capacidad de análisis parecida a la que tiene mi gato (oye la puerta de la nevera y viene a comer, enciendo la estufa y se tumba delante, me voy a la cama y se viene conmigo, y cuando puede rompe algo porque puestos a heredar a heredado mi descoordinación) no puede dejar de darse una respuesta: no es verdad, no vivimos por y para el colectivo, somos individuos empeñados sin tregua en autoafirmar ese individualismo a través de la mentira de lo común. Necesitamos encontrar una diferencia, por pequeña que sea, para tener la excusa de crear un colectivo nuevo donde podamos decir “yo lucho junto a otros; pero no compartimos lo que dice A, y menos su estrategia. Pese a que apenas somos A prima, con una diferencia como aquello que se dice en matemáticas “la desviación que se produce es despreciable”. Y no sé si es porque es mínima o porque se puede despreciar a quienes buscan el mínimo desencuentro para dividir.
Bueno, tampoco es cuestión de extenderse demasiado, acabaremos con el ejemplo de mi pueblo. Yo vivo en un pueblo pequeño (puede que lo de vivir haya sido una exageración por mi parte). Un pueblo de poco más de diez mil habitantes tiene un partido de derechas (me evitaré hacer un análisis de este dato pero puede que mi amigo Marcos tenga razón cuando dice “no nos habremos equivocado”), y cinco partidos de izquierdas (y también me evitaré comentar si todos son de izquierdas, daremos por bueno que sí de acuerdo a las definiciones tradicionales). Si uno lee los programas de los cinco partidos, en voz alta, sin decir a cuál pertenece cada uno, sería imposible el saberlo, entonces ¿a qué cinco partidos para un mismo fin? Y aquí es cuando viene eso de “cuestión de matiz” “cuestión de estrategia”, “cuestión de pequeños detalles de gestión”, es decir “cuestión de ego, de individualismo” de la necesidad de formar parte de un colectivo pero marcando claramente el ego personal. De la necesidad de reafirmarme en la confrontación con los demás, y más claramente en la confrontación con mis iguales, no sea cuestión de que perdido en el colectivo acabe siendo nadie. No sé si valdría la pena aclarar que uno no es o deja de ser por pertenecer a un colectivo; pero esto sería filosofía y hoy hablamos de números.
Así sucede que, en lugar de ser miembro de una gran plataforma por los derechos fundamentales de todas las personas, aunando esfuerzos, metas, logros, y capital (si no sale es como si no hablásemos de nuestras sociedad), me encuentro siendo miembro de un par de colectivos culturales, de una asociación de acogimiento, de un colegio profesional, de un partido político, de un colectivo artístico, de Facebook, y lo que más me duele es no formar parte de una asociación para vivir a imagen y semejanza de los gatos (porque vivir como viven los míos a de ser genial). Eso si, mi ego está “de puta madre”, repartido en catorce sitios (es la segunda vez que escribo “catorce” como número de referencia, si fuese también miembro de alguna sociedad esotérica me estaría entrando miedo) pero de puta madre. El día que lo junte tiene que ser la leche.






Mi banco funciona bien.

Llevo poco más de una semana en el paro. Sí, sé que no es mucho, pero en estos tiempos de “crisis” el miedo es de los activos que más rento dan. Por eso decidí pasarme por el banco y ver que tal van mis cuentas, no es cuestión de descuidarse y encontrarse con días de hambre. Mi banquero no es uno cualquiera. Me recibe con especial agrado. Me habla del tiempo. Me sonríe. Incluso a menudo me sonríe dos veces. Y me ofrece el más cálido de los asientos. Pone ante mí el extracto de mi cuenta y me habla con especial entusiasmo de los últimos años. ¿Ves?, me dice con entusiasmo, las entradas en los últimos años han sido cientos, miles. Yo miro aquellos números y no tengo más remedio que darle la razón. Han sido unos buenos años. Luego, con uno de esos rotuladores que a mi me gustan especialmente, y él lo sabe, de esos con los que se subraya en color, rodea una cantidad de números. Este, me dice de nuevo con entusiasmo, este es el último año. Mira, mira el saldo. Si, he de convenir con él que ha sido un buen año. Y entonces, cuando ve mi cara de satisfacción se anima, como un niño con un juguete nuevo, y me lo desglosa. Como ves, me dice, no puede ser mejor. De enero a diciembre no sería justo decir que has hecho menos de ¿15? ¿20 amigos?, él no sabe mi concepto de “amigo”; pero entiendo lo que quiere decir y le doy la razón. Luego fíjate, fíjate bien la columna donde dice “profesionalidad”, has hecho tu trabajo, y lo has hecho bien. Vale, de acuerdo que ahora estás en paro, pero lo has hecho bien, lo dicen los números. Y si hacemos el análisis de proyección no cabe duda, no tardarás en estar de nuevo en activo y haciendo crecer la cuenta, salvo…. Y aquí se para un poco, duda, y prosigue con…. Bueno, salvo nada. Yo sé que si, que hay un salvo; pero para que entrar en una larga discusión con mi banquero que no llevaría a nada. Lo suyo son los números, no la filosofía, para filosofar ya tengo una terraza y sol (que por cierto debe de ser otro activo y en estos días está en alza). Y entonces, señalándole yo una columna que no me ha explicado todavía le digo ¿y esto? Bueno, me dice, no todo van a ser rendimientos. Esto son las pérdidas. Como ves cuatro o cinco cobardes, unos cuantos incompetentes, y cierta gente a la que le podías tener un respeto y se ha perdido por el tema de la inflación. No creo que sean números para sentirse mal. Esta vez tiene razón. No, no son pérdidas que no puedan ser asumidas. Incluso diría que son pérdidas que casi era necesario tener para sanear la cuenta y que siga dando sus réditos.
Me levanto, le doy la mano, me vuelve a sonreír, no ha dejado de sonreír, y salgo del “banco de la vida”. Si, es verdad, mi banquero no es el mejor, si lo fuese no hubiese dejado que el rendimiento de mi profesionalidad y mis amigos dieran como saldo a fin de año el paro; pero uno ya es muy viejo para cambiar de banco. Apenas a dos esquinas hay otro, una vez dudé (puede que incluso más de una vez). Los que veo entrar allí trabajan siempre, tienen buenas casas y buenos coches, se juntan entre ellos y hablan de proyectos increíbles donde el ego y el dinero dan unos intereses que son insospechados. Me acerqué y estuve a punto de empujar la puerta y entrar para preguntar que tendría que hacer para abrir una cuenta allí. Pero sabes qué, el banquero no sonreía, estaba tras una mesa donde cabrían diez banqueros como el mío, sus rotuladores eran de oro, y no sonreía, sus manos eran de oro, y no sonreía, y por los bordes de su caja fuerte se veía asomar el dinero que ya no cabe dentro…. y no sonreía. No, aunque sólo sea por seguir viendo sonreír día tras día a mi banquero no cambiaré de banco, soy demasiado viejo para hacerlo. Aunque si he de ser sincero no es tanto porque mi banquero no deje de sonreír, un día volví la cara mientras el me explicaba números, me vi reflejado en un espejo que tiene en una pared y…….yo sonreía.




La educación.

Me considero una persona educada. Eso no nace de haber ido a la escuela, nace de dentro, de lo más hondo. Pero luego está como demuestra uno dicha educación. Para eso hay dos tipos de gente: la que conoces y la que no. Con la que no conoces se usan las frases hechas. Es una educación llena de “buenos días”, “pase usted primero, por favor”, y otras tantas que nos hacen parecer, y en ocasiones ser, una persona educada; pero que no encierran nada más que normas al uso para relacionarnos con extraños. Pero luego están a los que conocemos, y eso ya es otra cosa. Entonces mi educación se rige por el respeto. Entonces encontraría, a ojo de buen cubero (frase hecha que me encanta pero de la que desconozco su origen) cuatro tipos de personas (podrían ser más, o menos, pero con cuatro puedo situar lo que quiero explicar).
El primer tipo serían aquellas personas a las que les tengo un gran respeto, pero de esos grandes de verdad. Con ellas mi educación fluye sin mayor esfuerzo. Con ellas no necesito forzar frases hechas e, incluso, palabras como “te quiero” o “lo que te haga falta”, no nacen de la dialéctica, sino de un lugar mucho más profundo, un lugar desde el que el corazón se ve a lo lejos. Luego estarían las personas a las que respeto. Estas se mueven en un vaivén entre lo anterior y alguna que otra frase hecha.. a estas si que suelo hablarles desde el corazón (casi nunca llegan a situarse en ese lugar que está más allá). Y siempre soy cordial con ellas, afable, amable,  y algún que otro adjetivo más que demuestran mi educación y mi respeto. Ya el tercer tipo serian aquellas que comienzan a merecer poco respeto por mi parte. Este grupo estaría cerca, demasiado cerca, casi al lado, de las personas a las que no conozco. Con ellas, la mayoría de las veces, vuelvo a usar las frases hechas, los saludos, sean verbales o por gestos, que todos usamos y que no dicen más que lo que las propias palabras dicen. Incluso, si la ocasión es propicia, intento evitar el tener que saludarlas cruzándome de acera o disimulando que atiendo otra cosa cuando se cruzan conmigo y que no las he visto. No me son especialmente molestas; Pero lo que tengo claro es que no me son nada necesarias. Finalmente están aquellas por las que no tengo ningún respeto o, lo que es peor, lo tuve algún día y se perdió del todo. Estas personas puede suceder que se crucen un día conmigo en la calle y noten mi ausencia, que me hablen y noten mi silencio, que me sonrían y sólo encuentren en mi un vacío en el que su sonrisa caiga sin fin hasta el más oscuro de los abismos. Entonces puede suceder que alguna de estas personas se atreva a decir “que maleducado”. Pero que poco imaginan que con ellas estaré usando la parte más refinada y difícil de mi educación: el silencio; porque si les hablase, si fuese capaz de combinar el tipo al que ellas pertenecen con la necesidad, en ocasiones, de ser sincero, mis respuestas serian ofensivas, duras, irónicas y, en definitiva, calificadas por ellos como “mala educación”.
Últimamente hay bastantes personas que han perdido totalmente mi respeto. Y sé que se van a dar situaciones donde se encontraran con mi silencio. No me preocupa mucho, la verdad, y menos si son capaces de darse cuenta que ese silencio nace porque ya no las respeto. En caso de no ser así creerán que realmente soy un mal educado; pero he de ser sincero, además de mi capacidad para usar mi educación en función del tipo que son las personas que me rodean, tengo otra faceta que también uso con facilidad: lo poco que me importa lo que opinen de mí esas personas.




Master
(Silvio Rodríguez “la vergüenza”)

Una de las cosas que más me duelen es la traducción de “master” al castellano, maestro. Puede que sea porque soy maestro y me cuesta entender como puedo tener la misma profesión que uno más de los más descarados engaños de los últimos tiempos. Pero hagamos historia.
Desde hace mucho tiempo hay gente, gente de esa que nombra Bertolt Brecht “…Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, que con esa lucha han conseguido avances, derechos, igualdad, y tantas otras cosas. Puede que alguien hubiese tenido que decirle al crédulo de Bertolt que hay otros, otros que luchan toda la vida y además tiene el poder de decisión, que se afanan día tras día, segundo tras segundo, en hacer que cada logro de los primeros, de los imprescindibles, quede en un amargo recuerdo de lo que un día fue y no volverá a ser.
Vivimos tiempos donde se están perdiendo derechos laborales y sociales ganados en largas, y a menudo violentas, luchas; donde la democracia ha conseguido ser el exiguo derecho a un segundo de voto (suponiendo que el desencanto no haya hecho que dejes de votar) convertido en una carta blanca donde deja de importar que programa votaste en aras de la estabilidad, de los beneficios, del mercado. Y tantas otras cosas que sólo conseguirían que mi desasosiego (puede que otro iluso como Pesoa pensase que el desasosiego moriría con el devenir del siglo XX para dar paso a la esperanza) acabe convertido en un mar de desilusión donde la mejor solución sería acabar ahogado.
Y cuando parecía quedar un reducto donde todavía tenía sentido luchar. Cuando el sueño de una enseñanza pública, “gratuita”, universal (y no haremos bromas sobre lo gratuita que es la enseñanza -que perversión de la palabra gratuidad con matrículas de 900 euros y libros de 50 o más euros cada uno-) era algo por lo que todavía valía la pena seguir luchando, justo en el momento en que apartamos un segundo la vista para ver si el futuro estaba todavía donde creíamos, un grupo de esos, de los que no tuvo en cuenta Brecht, aprovecha el instante (a menudo les basta una fracción de tiempo que seria “inmedible”), y con un juego torticero, porque sería una burla llamarle “maestro”, se sacan de la chistera “el master”.
Y uno se pregunta ¿de verdad si hay que dar una educación de calidad sería tan difícil darla en la misma universidad como un curso más (y aceptando, siempre fuimos dóciles, el pago de una matrícula y unos libros carísimos)? ¿De verdad era tan necesario cambiar un sistema educativo universitario para acabar haciendo los mismos años (4 de grado y el master, cinco, como antes, como siempre) pero con un coste para los/las alumnos y sus familiar muy superior? ¿De verdad era necesario volver a demostrarle a la gente que es lo bastante ingenua para aceptar un master impartido por los mismos y dando la misma materia? ¿De verdad, pero de verdad de la buena que diría mi abuela, es necesario comprobar una y otra vez hasta donde estamos dispuestos a tragar sin que se nos oiga la voz?
Si, el sistema está en marcha. Los master (o masteres, que ese es otro de los problemas de no poner los nombres en castellano, la dificultad de los plurales para los incultos que no dominamos los idiomas) se harán, pagaremos año tras año por algo que la Universidad “pública” (porque quien elija la privada ya lleva implícito elegir pagar) podría darnos de manera gratuita. Volveremos a aceptar que necesitamos empequeñecer, minusvalorar, despreciar, las enseñanzas que durante cuatro años nos den los y las profesionales de las Universidades con una frase que lo resuma “si no tienes un master mal lo llevas” (en otro momento sería un buen tema el análisis del selectivo como ofensa a los profesores de segundo de bachillerato; pero eso en otro día).
Me gusta usar como broma una frase que, a los que son más viejos, les sonará, cuando alguien me pregunta si tengo un master le contesto “si, master del universo”.
No sé, quizás tienen razón quienes dicen “un pueblo suele tener el gobierno que se merece”, porque si en aras de Bolonia (y supongo que no todo será como los master; por ejemplo el que sean más prácticas las carreras no es tan mala idea, tal y como comenté en mi artículo anterior) aceptamos que se implante la realización de un master al finalizar la carrera, pagando, y pagando caro, la frase tendrá todo el sentido del que está envestida “y tendremos lo que nos merecemos”, hoy nos mereceremos pagar por un master, mañana por el derecho a un puesto de trabajo, y pasado mañana….. puede que pasado mañana algún abuelo le cuente a su nieto “¿sabes? Cuando el abuelo era pequeño la educación casi fue gratis” y el nieto lo mire preguntándose por qué el abuelo le cuenta esas mentiras.
Espero, de corazón espero, que no desaparezcan nunca los que quieren una educación pública, de calidad y “gratuita”, y que no dejen de repetirlo, no ya para que se enteren los que trabajan para acabar con ella, sino para que no lo olvidemos nunca los que no dejaremos de creer en las utopías.
Se recomienda leer lo que le sucede a una rana cuando se la mete en un cazo con agua y se le va aumentando la temperatura poco a poco: acaba convertida en una excelente alumna de “master”, o en un trabajador con una reforma laboral, o en un paciente con una sanidad privada, o en nadie.


Publicado en diciembre de 2010 en el periódico de la Universidad de Valencia "Nou Dise"



Teoría y Práctica.

La memoria ya no es lo que era, hablo de la mía, claro. Esto, unido a la necesidad de ser medianamente justo, me ha llevado a comenzar por buscar el significado de las palabras teoría y práctica en el DRAE. No querría cometer cualquier sacrilegio que pudiese ser usado después en detrimento de este escrito.
Supongo que todavía no queda claro a cuál de los dos grupos pertenezco, y no sería justo seguir sin aclarar este aspecto: soy un práctico (4ª acepción del DRAE “Que piensa o actúa ajustándose a la realidad y persiguiendo normalmente un fin útil”.)
Puede que sea precisamente por esa cualidad de “práctico” por lo que leo una y otra vez las definiciones de teoría y ninguna de ellas llega a satisfacerme del todo (salvo la posibilidad de una broma, puede que de mal gusto, con la acepción que viene del griego y significa “procesión religiosa”, y que me evitaré). Curiosamente, todas y cada una de las definiciones de práctica me son cercanas. Hay términos en varias de ellas que se acercan a mi experiencia “que piensa, o actúa…”, “Que comporta utilidad…”, “Destreza adquirida…”, y especialmente, la acepción que dice “Ejercicio que bajo la dirección de un maestro y por cierto tiempo tienen que hacer algunos para habilitarse y poder ejercer públicamente su profesión.”(Acepción 11 del DRAE), y tal vez ésta sea especial para mí porque, pese a estar habilitado como Educador Social, mi formación y titulación es la de Maestro, y siempre me gustó cómo sonaba la palabra y lo que conlleva.
No se trata de establecer una dicotomía “teoría versus práctica”, se trata de llamar la atención sobre una carencia, grave, duraderamente grave.
Desde hace años asistimos a un sistema de aprendizaje en las Universidades en el cual durante un período (entre tres y cinco años, según estudios, normalmente) se imparte la parte teórica de una ciencia, para después poder llevar a la práctica esos aprendizajes en el ejercicio de un trabajo. No siempre ha sido así. No siempre el aprendiz de cualquier trabajo estudiaba durante años para aplicar luego lo aprendido. Tiempos hubo en que era directamente en el aprendizaje de un oficio (en la práctica) donde se iba adquiriendo a la vez la parte teórica que iba unida a él. ¿Cuál de los dos sería el ideal? Puede que dependiese de cada caso. Quizá en algunos aprendizajes, sería mejor si se adquiriera la teoría durante la práctica, y en otros, al revés; pero siendo como es que hemos optado por adquirir en primer lugar la parte teórica en las universidades, alguien debería replantearse el sistema de prácticas. En mi opinión, es corto, en mi opinión, no está ajustado a la realidad, y en la opinión de mucha más gente, no responde a lo que cabría esperar de la definición de práctica  “Contraste experimental de una teoría.”. No, cuando muchas de esas teorías, por diferentes motivos, no se ajustan a la realidad que intentan dar respuestas, aunque he de reconocer que si se produce un “contraste” (Oposición, contraposición o diferencia notable que existe entre personas o cosas.) en la mente de muchos recién licenciados al llegar a la realidad.

Es vieja, muy vieja, la idea de que la Universidad está lejos de la realidad (como igual de viejo es que muchas de las teorías también lo están), y no es el momento de negar el indudable y necesario valor de la teoría para el desempeño de cualquier oficio, más aún de los derivados de las universidades; pero igual de necesario es que, de vez en cuando, aunque sea cada cierto tiempo, alguien vuelva a recordar que, si alejamos demasiado la teoría de la realidad, si seguimos llamando individuos, colectivo, sujeto objeto del análisis, a quien luego será Paco, Otman, etc., sin ser capaces de una práctica donde conviva “el individuo” con “Paco”, el “colectivo” con “el grupo del centro de menores”, el sujeto objeto de análisis”, con “Otman”, la práctica, lo que debería de ser un cauce que casi fluyese sólo al aplicar la teoría, seguirá siendo una extraña para ésta.

Puede que en el siguiente documento (si hay lugar y tiempo para otro), podamos comentar la educación pública en la Universidad y el tema del  “Máster”.


Publicado en noviembre de 2010 en el periódico de la Universidad de Valencia "Nou Dise"




Un  muerto más:


Lo mejor que puede hacer un mal escritor es comenzar la primera página del diario no escribiendo nada más. Sábado, 18 de diciembre de 2010. A las 19,35

Bueno, eso y avisar a los posibles lectores de que el diarío se lee de abajo hacia arriba (no sé si es que no confio en que lo hagan así o que sé que yo soy tan torpe que lo leería al revés).


Dos días de abandono. Puede que el miércoles haya arrastrado estos dos días, o puede que una mujer "inflexible" haya tenido algo que ver (aunque tiendo a pensar que no). En cualquier caso las fiestas navideñas no ayudan a escribir nada en el dario. Mañana... puede que mañana. Sabado 25 de diciembre de 2010. A las 22,14.


Hoy no ha sido un buen día. Podría escribirlo, pero eso supondría poder releerlo y el de hoy quiero olvidarlo. Ya llevo demasiado tiempo acumulando rabia por diferentes situaciones. Sé que voy a entrar en unos días oscuros, donde me costará confiar en la gente y mantener algunos principios que ya están demasiado enquistados en mí. En estos tiempos puede que lo mejor sea el silencio. Si, necesito tiempo, y de eso ya no voy muy sobrado. Miércoles 22 de diciembre de 2010. A las 18,07


Por suerte o desgracia no todos los cuentos aparecerán en la pagina principal. Seguirá apareciendo un cuento cada día pero, en los días como hoy, será en una nueva página, la que llamaré "cuentos oscuros" la que albergará el cuento del día. ¿Por qué?, bueno, la mayoría de los cuentos tocarán algún que otro sentimiento: al ternura, el amor, el odio, la tristeza, etc. Pero hay algunos, pocos, es cierto, que van más allá. Que, como me dijo una vez una compañera, pueden remover lo más oscuro de nuestra alma. Seguro que no a todos, ni siempre, pero por si lo consiguen, estarán en esa nueva página. De estos cuentos puedo decir que, de alguno de ellos ni yo mismo soy capaz de decir de donde vino. Simplemente coemcé a escribir, sin una meta definida, y algo en mi, que no era ni mi cabeza ni mis manos, hizo que el cuento tomase forma.  Martes, 21 de diciembre. A las 23, 58.


hoyesundíadeesperasylomejorquepuedohacerenundíadeesperasesputearunpocoalapersonaqueahoraestáleyendoesto.podríaescribirseparnaodlaspalabras,peroentoncesnoestaríasonriendoalpensarenlodificilqueteestásiendoelleerlo.bueno,oamimelosería;peroclaroyosoyunapersonaconpocosrecursos;pero,comoseve,conmuymalaleche.Talvezantesdequeseacabeeldíavuelvaaescribir.Esperemosquesemehayanpasadolasganasdeputear.
Martes, 21 de diciembre. A las 19,22.

Sigue siendo lunes (podría ser martes, y lo llamaría lunes; pero es lunes). No tenía pensado añadir nada nuevo al diario (ha sido un día de esos en que no hubo leones, ni piedras tras las esquinas esperando acechantes); pero sucede que una amiga (creo que casi he usado la palabra "amiga" con corrección) me ha dicho que ha leido parte del blog de cuentos. Incluso en una demostración de eso que debe llamarse amistad, me ha dicho que se alegra de que me decida a compartir mis cuentos (ya vuelve a mi cabeza aquel que comeinza "escribo como el condenado a trabajos forzados...", lo publicaré el siguiente para que se sepa de qué hablo). Voy a confiar, no tanto en su amistad como en su justicia al decir que no escribo mal del todo y voy a sentirme feliz (lo cual tiene poco mérito en el optimista empedernido que soy, aunque estos sean tiempos peores). Gracias Leo. Has hecho que un lunes que se arrastraba en silencio hacia otro lunes de repente se convierta en uno especial. Voy a tener que buscarle nombre, con lo vago que estoy hoy. Vale, ya lo tengo, lo llamaremos "lunes cobarde", porque se iba acabando sin hacer ruido, para que no me diese cuenta de que estaba ahí, y tus palabras han hecho que temblase de........................................ de lo mismo que tiemblo yo ahora: de cariño. Lunes, 20 de dicembre. A las 20,35.

Lunes, y sólo espero que pase el día. Este lunes debe de parecerse a mañana, y a pasado mañana. De estos también tendré tres días más la semana que viene. No son especiales en nada. Como yo no soy especial en nada (salvo para mí y para mi madre, eso no hay ni que aclararlo. Bueno, y supongo que para dos o tres personas más). Iba a escribir que me parezco mucho a este lunes, pero acabo de darme cuenta de que él no tiene madre. Esta tarde, cuando esté tranquilamente tumbado en mi sofá, acariciaré a este lunes, sin prisa, acurrucandolo en un costado mientras en el otro tengo al gato. Quiero que sienta por unos instantes la ternura de una madre. Luego, sobre las doce menos un par de minutos lo velaré. Morirá. Mañana será otra vez lunes seguramente.  Lunes, 20 de diciembre. A las 13.50

Se acaba el domingo. Hoy tampoco he escrito nada. Salva el día la compra de varios libros. Aunque sigo sin conseguir que mi blog sea buscado por google. Mi gato está durmiendo en el brazo del sofá. A él no le preocupa que mi blog sea "invisible". En realidad lo único que le preocupa es..... acabo de darme cuenta de que no le preocupa nada. Debo de observar mejor la conducta de mi gato, puede que suceda que tampoco me preocupe nada si soy capaz de adivinar su secreto. Por lo demás.... Domingo, 19 de diciembre. A las 23,21

Apenas unos minutos del domingo. No más de quince. comienzo a tener una tos que puede que anuncie algún pequeño constipados. Los constipados son buenas excusas para los fumadores. El sueño es una buena excusa para irse a dormir. El domingo todavía será largo cuando vuelva la vida de golpe a mis ojos. Puede que entonces..... Domingo, 19 de diciembre de 2010. A as 00,08

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Sueño

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