"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

lunes, 10 de diciembre de 2012

Hace frío.

Hace frío. Más allá de la ventana debe de haber un mundo; pero hoy no me importa. Hace frío y mis dedos están tristes. Mayo es un recuerdo lejano que se ha deshojado bajo un viento que llega de las fauces de un dragón que no aprendió nunca a echar fuego. He olvidado mi reloj en algún lugar. Es especial. El relojero que lo hizo olvidó una hora, solo una, y cada día tengo sesenta minutos para esconderme entre el pelo de animales mitológicos que duermen a mi lado en el sofá. Sesenta minutos, una eternidad solo puesta en peligro por una espada que corta el tiempo en un incansable trabajo innecesario: ella y yo acabaremos en la misma fosa. Ni yo seré un caballero de historias legendarias en amarillas páginas, ni ella nunca acabará su tarea pese a su estúpido y mecánico encono. Hace frío. Abril, sentado delante de la chimenea, dice que se está pensando traer flores el próximo año. Tose, y de su boca cuelga el tallo de una amapola. Se limpia con su pañuelo y sigue mirando el fuego. Tocan a la puerta. Es la noche. Entra frotándose las manos y va a sentarse junto a abril mientras pide que no encendamos la luz. Junto al fuego apenas se la ve. Silencio. Apenas se oye el aliento cálido de Abril y un susurro lejano a besos que sale de entre las ropas de la noche. Seguramente algunos amantes que han buscado amparo en ella. No contaré nunca su historia. Y seguimos allí, callados, viendo como el duende del fuego salta de un tronco a otro incesantemente mientras canta una tonada que ahuyenta a Cronos. Debe de haber otro mundo fuera; pero hoy no nos importa.

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