"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

domingo, 11 de diciembre de 2011

Si no fuera la noche.


Sé porque lo hago. Cada día, con el alba, comienzo un nuevo proyecto. Algunos son simplemente irrealizables, como el de ser feliz un día. Otros, los más, bastaría un poco de voluntad, la mínima, y antes del almuerzo serían un hecho. No importa si el día es de rayos de sol clavados en la espalda como una condena de fuego o si una nube, solo una basta para un día de lluvia, se acomoda a mi paso y riega mi silencio. Abro los ojos, y antes de respirar, ya hay un proyecto sentado en el canto de la mesita mirándome. Me pongo las gafas, sólo entonces distingo entre proyecto y los peluches que quito cada día de la almohada y dejo en la mesita. Un elefante y un tigre, abrazados, casi siempre abrazados. Desayuno dándole vueltas en la cabeza, como un malabarista. Día hay en que son dos o tres y más de una vez se me cae alguno al suelo, o dentro del vaso de leche. Vaya, otra gota sobre la mesa, trapo amarillo y trapo azul, o disimulo. Luego nos vestimos, a menudo yo a ellos, en ocasiones, raras ocasiones, ellos a mí. Les pongo pantalones, por lo de la decencia, camisas o camisetas, por lo del frío, y zapatos, a ellos y a mí, por lo de las calles de cemento que ya no permiten el paso descalzo. Y salimos a la calle. Vamos a casas, hablamos con gentes, reímos en el parque en alguno de los descansos, y nos vamos dejando el pelo largo, más por olvido que por coquetería. Y pasa el día, a menudo entre gente que nos ve como “loquitos”, no es normal que un elefante, de peluche, un tigre, de peluche, y un proyecto, de ternura, lleven bajo el alma una carpeta, de sueños. Por eso, cuando cansados volvemos a casa, a veces sin pantalones, otras sin camiseta, o sin zapatos, y dejamos lo que queda de nosotros sobre la butaca de la habitación, mis peluches se acuestan en la mesita, los proyectos se esconden bajo la cama, porque nunca fue el miedo su frontera, y yo me meto bajo las sábanas, no sin antes quitarme las gafas para que la oscuridad encuentre campo abierto, y alguien, puede que cualquiera de ellos, o yo, eso nunca se sabe, susurra con una dulzura de futuro “si no fuera la noche”, y caemos rendidos, que no vencidos, hasta mañana, siempre hasta mañana.

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Sueño

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