Cuantos caminos recorridos, sin llegar al final. Cuantas puertas que se abrieron sin abrirse nunca del todo, y se cerraron y aun dejan entrar el viento de vez en cuando. Cuantos amaneceres que eran solo para mis ojos y nunca llegué a ver, cuantas vueltas sin sentido en un laberinto sin entrada. Al fondo, de mi vida o de este páramo donde pongo mi primer paso, debe de estar la mano que me traerá de vuelta. Cuantas lágrimas que salieron de otros ojos y eran mías.
Cuantas mentiras que puestas una encima de otra hacen la verdad más hermosa. Cuanto silencio. Mis manos me miran, esperando, y yo sigo caminando como si ese fuese el trabajo que se me encomendó. Cuanto silencio.
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