"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

domingo, 29 de septiembre de 2013

Retales I


Dos de octubre, comienzo a pintar de negro la pared del fondo. Sin prisas, las cuatro esquinas. Dejo que el pincel sumerja en la oscuridad cada uno de los centímetros que antes estaban pintados de blanco. Respiro pintura. La respiro a pesar de la mascarilla, la respiro por los ojos. Acerco el pincel a cada una de las esquinas con cuidado, como si después de estas estuviese el vacío finito. Un vacío que puede acabar por llenarlo todo y no dejar espacio para mis miedos. Te pinto un ojo, desaparece. Más pintura. Subo y najo el pincel en un movimiento espiral cuadrado, volviendo negra la pared desde cada una de sus cuatro esquinas hacia el centro. Respiro pintura. Mis pies son negros, mis calcetines, mi mano izquierda. Mis recuerdos se vuelven negros, mi poca inteligencia se oscurece, desparezco en un lento frenesí de subidas y bajadas y viajes al fondo de un cubo de pintura que hace rato se acabó. Finalmente me encuentro ante una fina línea en medio de la pared que llega desde el techo hasta el suelo. Paso una y otra vez el pincel sobre ella pero ya no hay pintura. Mi espalda es negra, y mi pecho, y los cientos de imágenes que vienen a mi mente en esos momentos. Dejo el pincel, me quito el guante. Todo yo soy negro salvo mi mano derecha. No veo, mis gafas están pintadas de negro. Me las quito. Mi miopía me deja distinguir todavía esa línea que parte en dos la pared como un presagio indescifrable. Camino unos pasos a tientas, alcanzo la puerta. Busco con mi negra mano el interruptor de la luz. La apago.

Y ahora escucha esto.

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