"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

miércoles, 30 de enero de 2013

Cuando se acabe el odio


Cuando se me acabe el odio, cuando en el lugar que ocupa no quede nada, se abrirán  ante mí campos inmensos donde poder cultivar. Ríos, que antes estaban poblados por la bilis, esperarán sin prisa las aguas de una primavera que asomará su cabeza entre la niebla para asegurarse que no queda nada de odio. Aves, las más hermosas aves mitológicas, se pasarán unas a otras el mensaje de unas tierras nuevas. Cuando la ira, que cada mañana llega a mi puerta empujada por el viento del oeste, busque otro camino por el que desgastar sus pies y mi alma. Cuando la ira comience a ser un recuerdo que no venga cada día a mi memoria. Entonces abriré las ventanas de mi casa, de par en par, romperé los cristales para que nada me encierre. Tomaré las semillas que hace años guardé, si soy capaz de recordar donde las puse. Tomaré alguno de los callos que tenía por si el día llegaba, y cavaré la tierra, sin importarme si algún día dará fruto. Cuando el rencor, que ha hecho de mi casa su morada, se vaya tras el odio y la ira, porque sin ellos no es nada, quedarán todas las habitaciones de mi casa vacías. Las pondré en alquiler, sé que al principio no será fácil; pero dicen que hay quien camina sin descanso buscando un lugar donde comenzar de nuevo. Y qué mejor sitio que donde habite el abandono.
Cuando al fin no sea más que lo que siempre he sido, sin disfraces, sin historias que nunca fueron mías, sin más equipaje que un pie puesto en el comienzo de cualquier sitio. Cuando al fin no sea más que hueso y piel, y un mar de posibilidades tan débil que ningún barco se atreva a zarpar entre mis aguas; entonces alargaré mi mano, sin prisa, sin pretensiones, notando el aire, por si una mano comienza el mismo camino.
Cuando se acabe el odio, justo en ese momento, mis ojos se volverán de todos los colores, mi boca se abrirá, por si hay algo que decir, y mis pies recordaran la técnica del camino. Sé que el odio no es infinito, sé que la ira no es capaz de acudir todos los días a su cita, y sé que el rencor es un viaje corto para el que no siempre hay billetes. Por eso entonces, si coincide que es primavera, puede que florezca algo entre mis labios. Quizás sea un beso.

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