Se acabó el llanto como se acaba la lluvia en las tormentas de verano, de golpe, sin aviso, como si un sol impenitente no diese más opción, y mis ojos se han quedado secos. Yo todavía habría llorado unos días más, aunque solo fuese por esconderme un tiempo. Y habría buscado un par de canciones sobre las que subirme como si fuesen un Pegaso, aunque casi nunca me han levantado ni un milímetro del suelo. O habría inventado unos cuantos nombres para conseguir llamar a las cosas por el suyo; pero no siempre salen las cosas como una espera. Se acabó el llanto de golpe entre un montón de carcajadas. A él le gustaba mi sonrisa, yo jamás le dije que me gustase la suya; puede que por eso yo haya llorado y él siga sonriendo.
Se acabó el llanto y al marcharse dejó la puerta abierta. No negaré que tuve miedo, podría entrar cualquiera, o salir lo poco que quedaba de mí. Aun hoy, incluso cuando los tres cerrojos están cerrados, tengo miedo del viento que se cuela entre las rendijas. Pero enero está acabando, apenas toso ya, y febrero traerá, comos siempre, un zurrón del que se verán brotar algunos tallos y una azada para comenzar a plantar la primavera en cualquier descuido.
Me asomo a la ventana, siento el aire fresco, le doy una última calada a mi cigarro y noto como baja una lágrima por mi mejilla. No sé por cuál de ellos es, no sé si es por mi, no sé si es la última, y finalmente cae, se acabó el llanto.
y ahora escucha esto...
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