"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

sábado, 7 de abril de 2018

RETRATO (ejercicio)


A menudo las clases nocturnas me son aburridas. En este curso me apunté, esperando poder huir de un fracaso en una tormentosa relación, “Taller de escritura”, y me apeteció probar. A mi nunca se me dio mal del todo la escritura, pero me faltó ese punto de fluidez y genio. No hablo del gran genio, sólo del preciso para que lo escrito sorprenda un poco.
Aquella noche el profesor entró acompañado de quien luego nos presentó como Ana. El ejercicio de aquel día consistiría en algo tan sencillo, o no, como describirla. Sin mucha ilusión, me cansan las descripciones, me puse a ello.
Sus ojos, escribí, son de color azul, de un azul claro e intenso que no puede dejar de recordarnos a esos cielos claros y limpios de principios del verano, esos cielos en los que (más o menos en este punto fue cuando noté aquel pequeño nudo en el estómago y una leve sensación de nausea) a fuerza de limpieza uno echa en falta alguna que otra nube, o un pájaro cruzándolo sin destino. En esos cielos uno reconoce la muerte, o para no ser trágico la falta de vida. Sus labios están perfectamente perfilados en un suave tono rosa. Ni un milímetro queda sin cubrir por esa línea que los encierra en una cárcel de deseo. Cuanto echarán de menos la libertad del beso que devora ansias y la pintura de labios. Hoy –anoto al margen- nadie debió de besarla ya que siguen intactos. Me alejo de su rostro que ya casi nada me dice, en todo caso me habla de arquitectura, de líneas y mármol, pero apenas de carne. Me centro en su figura, en aquello que deberían decirme las formas, las curvas, y no me dicen. No hay ni un solo saliente que no responda a lo que se espera de ellos. Unos pechos redondos trazados con el compás de la moda, unas caderas que apenas servirían de petit déjeneur a Rubens, o unas piernas largas y torneadas donde músculos y huesos han dado paso a diseño y frialdad. En conjunto diría que no es una mujer, que no despierta en mí ni deseo ni pena, ni cariño ni odio, diría que mirándola de arriba a abajo, y de este a oeste, no vale la pena perder el tiempo de la mirada.
Sin embargo, aunque no sea el ejercicio de hoy, a su izquierda, justo a cuatro pasos más o menos, hace cinco días que una araña se esfuerza en tejer su tela en el rincón de la clase, y es una lástima no escribir nada sobre ella. Sobre todo porque mañana toca limpieza y nos dejará.

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Sueño

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