"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

lunes, 23 de enero de 2012

Averraciones sintactícas y gramaticales


Túmbale, túmbale, túmbale, túmbale, ahí vamos, así, sin conocimiento, como los listos. Joder que día más bueno hace y con que poca educación. La justa, tres gotas, y un palmo de los de antes. Me dejo los pies en casa, hoy no se anda, me dejo las manos en los bolsillos, hoy no se toca, me dejo los ojos pegados a los cristales de las gafas, podía haber sido un día de “hoy no se mira” pero se me pusieron tus pechos a la distancia de una mirada obscena. Y él le dijo “dame la mano”, así, sin anestesia, sin medir sus palabras, sin darse cuenta que había salido sin pies y no podría huir corriendo, y sin manos, para tomar la que le diera. Y eso ya habría sido grave, sin contar que ella, ella, ella, (esto es por el interés), era hija de banquero. Y una mano a plazo fijo, con el quince por cien de interés, no es una mano limpia. Mejor, se dijo él, habría sido dejarse la boca en casa. Una batuta pasa rodando calle abajo. Nadie pregunta nada. Llega al final de la calle, mira hacia un lado y hacia el otro, cruza sin prisa, nadie pregunta nada. Es enero, podría no serlo, podría ser rojo, o silbo, pero es enero, y no hace frío. ¿Entonces para qué es enero? Vuelvo a casa, arrastrándome por las aceras, quien tuviese una batuta a mano para subirse en ella y volar sobre sus notas. Vuelvo a ciegas, los ojos, y lo que es peor, las gafas, no quisieron volver conmigo, los muy golosos descubrieron que además de tus pechos podrían pasar la tarde mirando tu pelo, y tu espalda, y tus labios, y tus, aquí dejé de hacerles caso y tomé el camino a casa. Túmbale, túmbale, túmbale, sigue gritando sin cesar un policía desde la otra esquina de la avenida. Pero si va a rastras, le contesta un comerciante que no deja de vigilar con un ojo sus frutas, por si las moscas, y con el otro me mira reptando acera arriba. Y además va ciego, añade. Aquí, en cualquier otro texto que no estuviese basado en la difícil técnica de las “Averraciones sintactícas y gramaticales”, podría hacerse una especie de broma o jugada literaria sobre la droga, en nuestro caso es literal, baste recordar donde quedaron ojos y gafas.
Finalmente, aunque todos sabemos que en una historia cuando se pone “fin”, este no tiene mayor sentido si no lo escribe de su puño y letra la muerte, y no deja de ser un “hasta aquí te cuento la historia”. Decíamos que finalmente, llego hasta la puerta de mi casa, me siento en la entrada, al sol, mis pies salen y me miran con un poco de rencor pero se acoplan sin odio a mis piernas. Mis manos salen de mis bolsillos y echan mi pelo hacia atrás. Estoy casi seguro que hace un atardecer precioso, casi seguro, me lo dice mi piel, el susurro de un viento dulce, y un sonido a falda entre piernas que cruza sin prisas.

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