"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

sábado, 24 de septiembre de 2011

El dragón

El dragón le miró unos segundos a los ojos y le dijo que tenía unas manos bonitas. El siguió mirando al infinito, con la esperanza de que se perdieran allí sus sueños. Notó el calor del dragón en su espalda, pero no volvió la vista. No amanecía, no atardecía, el dragón y él se encontraban en el centro de una mañana. El sol escalando un cielo azul en busca de un cénit. Tampoco veían desde donde estaban los almendros, ni escuchaban el ruido del agua al bajar por el riachuelo, ni la brisa jugaba con sus pelos. Los de él casi empapados en sudor, los del dragón llenos de estrellas que nunca supo de donde venían pero que siempre estaban allí cuando él miraba. No sonó una canción de amor, no llegó un pájaro al alfeizar de la ventana y entonó su canto, no hubo una torpeza que sin querer juntase sus labios. No recitó un poema en el momento justo, ni el dragón llenó de pétalos el pecho de él justo en el momento en que un reflejo de arco iris rompía contra sus ojos. Él podría haber juntado unas cuantas palabras, las necesarias para hacer un poema, hubiese estado bien, y no lo hizo. El dragón podría haber abierto la boca lanzando un castillo de fuego que llenase aquel cielo de cemento de color, y no lo hizo. Sin un amanecer, sin un atardecer, sin almendros, sin agua cristalina, sin la brisa de otoño, sin una canción, sin un poema, sin las estrellas, y se miraron a los ojos sin comprender qué hacia el amor sentado entre las dos.

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Sueño

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