"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

martes, 23 de agosto de 2011

Camino a la locura. Décimo paso: Regalo de cumpleaños


-         Estaba aquí, hace nada. No sabría decirte si hace un día o hace cinco, pero te juro que estaba aquí.
-         Pero ¿estás seguro?, mira que la memoria nunca ha sido lo tuyo.
-         Coño, no te digo que sí. Mira, que pongas en duda cuando no me acuerdo del nombre de un pueblo mi memoria, o cuando confundo las fechas, te lo perdono; pero que siquiera llegues a pensar que no soy capaz de recordar si estaba aquí, eso no tendría perdón si no fuese porque intuyo que lo haces sin maldad.
-         ¿Cómo era? ¿Recuerdas cómo era?
-         Grande, era grande, de eso estoy seguro, y de color amarillo.
-         No son muchos datos, aunque no se me ocurren muchas cosas que sean “grandes y de color amarillo”. Si quieres que te ayude a encontrar lo que has perdido me tendrás que dar más datos.
-         Me hacía feliz. No te digo que todos los días, eso no, pero me hacía feliz. A veces era con su presencia, otras bastaba su recuerdo. Aunque si he de ser sincero cada vez es más lejano y menos fuerte. No, no te diré que el olvido haya ganado mucho terreno; pero ya se sabe que la naturaleza tiene esas cosas, y lo que no se riega puede que no muera nunca, pero pierde algo, siempre pierde algo.
-         Veamos,. De momento es algo grande, amarillo, y que te hace, o hacía, que los tiempos verbales nunca fueron lo nuestro, feliz. ¿Vamos bien?
-         Vamos, simplemente vamos, porque seguimos sin encontrar nada.
-         No te pongas nervioso, si estaba lo encontraremos. Y si era grande no puede haberse escondido en muchos sitios. ¿No crees?
-         Bueno, tal vez tengas razón, pero cosas más grandes se han perdido a menudo sin que nadie las encontrara. Por si te sirve de algo también recuerdo que era capaz de dar calor en noches de olvido, incluso alguna que otra sonrisa sólo llevan su nombre, y algún que otro momento que no pueden pasearse a la luz del día. Y si, era grande. No sólo físicamente, lo cual puede que no ayudase mucho a nuestra búsqueda, sino también espiritualmente.
-         Vaya ¿tiene que ver con la religión?
-         No, bueno, no creo, nunca me dijo nada en ese sentido. Tendría más que ver con los planetas. No sé, quizás con Marte. Y desde luego tendría mucho que ver con la conexión. A veces, puede ser en un amanecer donde el sol se demora, o en un atardecer, donde el mismo sol, como si supiese que ha de pagar sus deudas, tarda en tomar la decisión de esconderse tras las faldas de una noche juguetona, justo en alguno de esos momentos, sientes la necesidad de recordar a alguien. Podría ser la más pequeña e innecesaria de las personas, pero no es el caso, ella es grande, muy grande.
-         Si, ya sé, es grande y amarilla.
-         Justo, amarilla, ¿cómo lo has sabido?
-         Me lo dijiste al principio.
-         No es verdad, no lo dije.
-         No me extraña que la hayas perdido, realmente tu memoria es lamentable.
-         ¿Y si es tan mala, cómo es que me acuerdo de ella pese al tiempo? Porque ya hace mucho, mucho que no sé nada de ella.
-         Pero si me dijiste al principio que puede que hace nada que estaba aquí.
-         Y es así, ella nunca se va. Hace nada o hace un año, no lo sé, pero estaba aquí. A veces en un “aquí” donde puedo darle un beso y casi tocarla. No siempre, hace mucho que no se deja tocar. Otras veces es un aquí donde me he de esforzar en traer su recuerdo. Siempre grande, y amarillo, pero a veces tan difuminado que me cuesta recordar el color de sus ojos. O recuerdo una risa, que confundo con los ladridos de algún perro, pero que no siempre me traen una sonrisa, unos labios, a mi memoria.
-         ¿Hay algo más que tu memoria nos pueda decir de ella?, porque ahora ya casi tenemos claro que hablas de una mujer, o eso creo.
-         Si, recuerdo como en sueños que por ahora, no sé si hoy o mañana, cumple años. Sería bonito poder regalarle algo. No sé, ¿qué te parece una flor?
-         Si no sabes donde está, ni cuando le llegará esa flor, ¿no crees que no es buena idea? Tal vez otra cosa, algo que el tiempo no pueda marchitar.
-         ¿Puede el tiempo marchitar el recuerdo? Porque entonces podría regalarle un beso, uno que recuerde yo, y esté casi seguro, nunca se puede estar seguro del todo, que ella lo recuerde, uno que recuerde ella.
-         Si, podría ser una buena idea pero y si no se acuerda de quien eres tú. ¿Eres grande para ella? ¿eres amarillo?
-         No creo, como mucho puede que sea el esbozo de alguna sonrisa en un día perdido, cuando el recuerdo le acerque un borroso dibujo de mis gafas, o de mis manos. Siempre me han dicho que tengo las manos bonitas. Pero ya no sé si se acordará de mí. Sería justo, si yo la he comenzado a perder, no debería de extrañarme que nuevos recuerdos hayan arrinconado los míos hasta hacerme aparecer sólo de vez en cuando en el borde de su balcón, de noche, con mis grandes ojos de cristal. No sé.
-         Entonces ¿qué te parece si le escribes algo?, eso podría ser un bonito regalo de cumpleaños.
-         ¿Algo cómo qué? Nunca he sido un buen escritor, apenas unas cuantas líneas con cierto estilo, el justo para no ser muy desagradable. ¿Algo cómo qué?
-         ¿Y por qué no le mandas esto?, estás líneas. Si ella es grande, y amarilla, seguro que sabrá que son para ella. Seguro que sabrá que la sigues buscando, aunque ni tu memoria ni mi entrega sean capaces de encontrarla casi nunca, seguro que sabrá que la recuerdas.
-         Pero ¿no se enfadará si sabe que la recuerdo precisamente así, grande y amarilla?
-         No creo, es bueno recordar que la gente ha sido “grande” en nuestra vida, en cuanto a lo de amarilla no creo que le moleste a no ser que te refieras al color de su pubis.
-         Jajajajaja, me has hecho reír, eso es bueno, ella también me hacía reír. Y sí, tienes razón. No te confesaré si ese es el color de su pubis, pero por si te sirve de algo te diré que es el color de su pelo.

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