"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 25 de agosto de 2011

Si tú quieres


Si tú quieres, le dijo él, te bajaré la luna. Sé que no podré, y tú lo sabes, pero bastará que me lo pidas. El cielo está limpio, no podré agarrarme a nube alguna, ni hay árboles que pueda usar como escalera, pero si me lo pides la tendrás. Ella le dijo, sabes que no te la pediría nunca, no tiene sentido. Y él la miró a los ojos y le dijo que lo sabía, pero que no importaba, porque si ella le pedía que le trajese la línea del horizonte, que con ella le hiciese un lazo y la pusiese en su pelo. Que luego, cuando el lazo estuviese acabado y la luna sentada a su lado, le pedía, no sé, le dijo él, lo que quiera tu corazón, puede que sea un sol, uno que sea capaz de sentarse por primera vez al lado de la luna, entonces él, que sabía de los peligros de su calor, le rogaría con las más hermosas de las lágrimas ese último deseo, aunque su cuerpo y su alma se quemasen en el intento. Pero ella le repitió que no, que nunca le pediría cosas como aquellas, que le bastaba sentir su mano cogida a la de ella. Que escuchar sus pasos, los de él, cuando un camino tenía a bien presentar ante ellos un futuro, aunque ese futuro no durase más de diez minutos, y ver en las sombras de sus cuerpos como el viento jugaba con sus pelos, con los de ella y con los de él, era bastante para aquella tarde de abril. Pero él se sentía un caballero andante. No sucedía a menudo, pero aquella tarde la sangre le hervía en las venas y se pensó capaz de las mayores proezas. Insistió, con una voz segura de si misma, incluso más de lo que él lo estaba. Si me pides, y dudó, no sé, si me pides que meta todo el mar dentro de la más pequeña de las botellas, entonces no me importará si hablamos de un infinito de tiempo. O si los dos sabemos que el mar solo cabe en el aliento de los amantes. Yo me pondré a ello, haré que el sol, el que ya te traje y ahora coge con cuidado la mano de la luna para no despertarla, trabaje veinticuatro horas y su luz haga que mi fatiga sea delirio. Si me lo pides yo…Y ella de nuevo le dijo que no. Guardó silencio durante unos segundos y al final, como con un hilo de voz. Uno que parecía cortado de la madeja que la ternura usaba para tejer los sueños, le dijo que quería un beso, solo eso. Hubo un momento de silencio. El sol apartó sus labios de la boca de la luna. El lazo estuvo apunto de caer de su pelo. Una estrella se reflejo en la pequeña botella que reposaba sobre la piedra. El acercó sus labios a los de ella. Tembló, no siempre se tiene a punto un beso en el momento más oportuno. Entonces ella, que notó su preocupación, acercó su boca al oído de él y le dijo, no tengas miedo, sabía que no iba a pedirte la luna, ni el sol, ni quería un lazo en mi pelo, ni el mar en un botella, y tú me lo has dado; pero un beso, un beso siempre es necesario, y lo traje yo por si acaso. El cerró los ojos, no del todo, los labios de ella era un regalo demasiado grande como para no mirarlos en un beso, y acercó su boca. Si, ella trajo un beso, y encontró uno de él. La luna volvió al cielo, el sol se dejó ir, sobre el agua que derramaba una botella, de la mano de un horizonte que no tardaría en volver a traerlo. Y ellos quedaron allí, a la orilla, cambiando labios y besos, en una extraña noche.

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