"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

viernes, 5 de agosto de 2011

Otra vez es febrero


Otra vez es febrero, un largo e interminable febrero que no termina nunca, que nunca rompe en una cálida y dulce primavera. Ya no recuerdo los calurosos días del verano, incluso añoro con verdadera extrañeza los fríos días del invierno. Pero hace años, muchos años, que siempre es febrero, un febrero incoloro que se ha metido en mi cuerpo hasta el fondo y parece querer que forme parte de él por siempre.
Cuando llegó, no hace falta decir que ya había tenido otros febreros en mi vida, pensé que no duraría mucho, en el peor de los casos veintinueve días, ni uno más. Y que como la mayoría de las veces sería un mes simplemente de los de descontar, suceden tan pocas cosas en febrero. Pero ya el primer día lo trajo a él. No parecía un mal compañero para el viaje. Le dejé quedarse, ese fue mi primer error, el segundo fue intentar darle conversación, a partir de este punto comenzamos a confundirnos el uno con el otro. A los cinco días, aunque desde que él está aquí ya no tienen tanto sentido la cuenta de los días, ya me era casi imposible distinguirlo de mí. No era el clásico que todo el mundo conoce, no, era mucho más sofisticado, como si estuviese hecho a mi medida. Cada palabra que yo decía la repetía, cada gesto, cada movimiento. Si me sentaba a ver la televisión se sentaba a mi lado, si permanecía en silencio él lo estaba, salvo a veces un lejano susurro cuando yo ya había terminado de hablar. Leyó los mismos libros que yo, comió las mismas comidas, caminó los mismos caminos, se acostó conmigo y con cada una de las mujeres que conmigo se acostaron.
Ayer hubo un amago de marzo, volví la cara esperando que se hubiese ido pero él también volvió la cara, fue sólo una ráfaga de viento en los cristales. Y de poco me sirve llorar, o rogar, porque cuando lo hago él también llora, y también ruega, como si mi condena fuese él y yo fuese la suya. Como si ambos tuviésemos que purgar una interminable lista de pecados y nuestro infierno fuese este febrero que no terminará de pasar nunca, nunca.
He jugado a esconderme y se esconde conmigo, he hecho el muerto y resucita conmigo, he gritado con el más desgarrador de los gritos y él, no sólo ha gritado conmigo, sino que ha puesto más empeño que yo en el grito.
Finalmente febrero nos ha vencido. Miro el calendario, cinco de febrero, ayer era doce, y anteayer cuatro, y un número diferente cada día, y él y yo los mismos desde hace tanto tiempo.
Sólo me queda esperar, esperar que algún día pueda deshacerme de este fiel compañero y de la compañía de este febrero…febre…feb…

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