"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 1 de marzo de 2012

De la serie "si cierro un ojo no me ves": Viaje a casa


El sol rueda incansable por todos los caminos. A la derecha un grupo de árboles, dentro de un cubo, a media distancia, miran impasibles el calor que se expande desde las faldas del sur. La radio dormita desde hace un rato. La goma sube y baja jugando a engañarme en una partida donde desconoce que mi único interés es que pase el tiempo. Una luz azul parpadea intermitentemente. No es verano, todavía no, aunque febrero no lo sabe. No le culpo. Nadie podría culparle. Vengo de un mar de manos y sonrisas. Si tuviese tiempo pensaría en ello; pero el sol empuja un viento incansable que no deja de soplar en las velas de una garganta de nieve. Se acaban los caminos. Abro una cajita de pequeños tesoros blancos y le guiño un ojo a la vida, partida perdida, sin tablero, sin normas, sin más contendientes que mi desidia y su torpeza. De golpe una tierra árida entre los nudillos de mis manos y consejos que nunca sigo. Y la luz azul que parpadea sin saber que apenas le quedan dos minutos de vida, mañana más. A derecha e izquierda el mundo, un solar inmenso donde nunca construiré un hogar, salvo que un hogar sea donde dejo dormir los sueños. A derecha e izquierda el frío cristal que devuelve la imagen de un hombre aferrado a uno de los laberintos perfectos. Nunca entro en él, nunca salgo, vivo a las afueras de una curva al infinito. Si fuera verano este sol no tendría sentido. Cierro la cajita, la luz azul se vuelve a un lugar del que nunca viene, los árboles tiene forma de gusanos de seda. La tarde ocupó de golpe uno de los bolsillos de mi pantalón. El silencio. Un golpe seco. Cojo mi equipaje. Este día no fue el año pasado, ni el anterior. La goma ocupó su sitio, como si solo ella, yo hace rato que no prestaba atención, fuese consciente de que acababa el juego. Gracias goma. Y yo ocupo el mío, como si nadie fuese consciente de que no estaba en él. Y abandono el sol, dejo a la tarde tirada en mitad de la calle, escupo algo de fastidio en la acera, no vuelvo la vista. No. Si. Y cierro un ojo porque si no le miro sé que no me ve.

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Sueño

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