"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

sábado, 17 de marzo de 2012

Dejo atras la ciudad

Dejo atrás la ciudad. Me sumerjo en sus calles bajo un atronador conjunto de ruidos que lo llena todo de silencio. Sin prisas, con la vorágine de quien sabe que si no es su último día se parece demasiado. Miro a todos lados y cientos de imágenes acaban por conformar el más terrible y desolador de los páramos. Siento resbalar una lágrima por mi mejilla mientras mi risa hace que más de una persona se vuelva y me mire con asombro. Camino torpemente, como si estuviese subido en una de esas escaleras mecánicas de los centros comerciales pero en sentido contrario. Siempre en el mismo sitio pero con un cansancio que acabará por derrotar mi cabeza mientras sube despacio por mis pies, agarrándose con sus dedos metálicos a mis piernas y sonriendo. Si hago el intento de sentarme en cualquiera de los artificiales bancos, de los artificiales parques, con sus artificiales flores, mi natural propensión a la incoherencia tira de mi manga y me arrastra sin ternura, viendo como se aleja la entrada al parque y mis posibilidades de reiniciar caminos que no me lleven siempre al mismo camino. Cientos de nubes, con poca predisposición para el cálculo, se sitúan por encima del sol y, este, cae como si no tuviese otro trabajo y clava mi sombra sobre el cemento, haciendo que tenga que ir tirando de ella una y otra vez. Las campanas del reloj de la iglesia dan las cinco, el de mi muñeca marca las siete, dos horas en las que soy incapaz de adivinar donde puedo haber estado. Dos horas de ausencia en una vida de ausencias. Ni el uno retrasa, ni el otro adelanta, ambos me sirven para un día donde poco me importa el tiempo, o para un estómago que no se queja nunca. Comienza a anochecer, grita con descaro el último de los edificios quitándose las gafas de sol. No escucho, no quiero escuchar, todavía estoy demasiado cerca como para dejar que la noche abra su boca. Acelero el paso y dejo atrás mi intención, la espero, la espero un rato más, pero no llega, está parada ante uno de los escaparates de la gran avenida, la abandono allí. Dejo atrás la ciudad. En el cuartucho donde vivo tengo colgado en la pared un cuadro lleno de amapolas. Incluso caen desbordando la madera llenando el suelo de pétalos. Me siento ante él y lo miro. Tocan a la puerta, abro, mi intención. Me mira con tristeza y me dice “mañana lo intentamos”.

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Sueño

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