"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

domingo, 5 de junio de 2011

Quizá

Quizá, quién sabe, debería haber sido un hombre con menos suerte. Un hombre más dado a la desgracia, a los sueños incumplidos, al deseo que siempre está a las puertas, esperando, sabiendo que nunca será más que deseo. Quizá mi piel debería haber sido más dura e insensible, y no tener la facilidad que tiene para recoger todos y cada uno de los rayos de sol que parieron todos mis abriles y mayos, y mis ojos más torpes, todavía, para apreciar la dulzura de la amapola con amapola y amapola, o el lento y hermoso germinar de la flor del almendro. Puede, aunque sólo puede, que mis manos nunca debieran haber sentido el tacto tibio del pelo de mis gatas, o el líquido frescor de las gotas de lluvia que cada otoño han resbalado por los cristales de mis ventanas. Pero aunque nunca hubiese tenido un deseo, aunque desde hace años no hubiese salido el sol siquiera las mañanas en que tanto me costó despertar, aunque los campos no fuesen más que páramos, y las amapolas y los almendros invento de mi imaginación, de mi torpe y corta imaginación, aunque desaparecieran todos los cristales, y con ellos el lento discurrir de miles de gotas al final de las tormentas, aun así, y a pesar de todo, seguiría siendo el hombre con más suerte del mundo, el hombre con todos y cada uno de sus deseos cumplidos, el hombre con todos y cada uno de sus sentidos llenos, llenos del tibio calor de tu piel, de la luz que florece cada día en tu mirada, lleno del manantial sereno de tu pelo. Incluso aunque no te hubiese conocido nunca, me bastaría con haberte imaginado un día, uno cualquiera, esperándome, para haber sido el hombre más feliz del mundo.

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Sueño

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