"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 30 de diciembre de 2010

El viaje

Dicen, y puede que sea cierto, que aquel fue el viaje más largo que jamás realizó lágrima alguna. Apenas la distancia que va del lagrimal a la caída al vacío desde un pómulo rosado y tembloroso, tan sólo unos segundos, puede que no más de quince o veinte, pero duró toda una vida, incluso hubo quien se atrevió a decir que más de una vida. Nació como nacen la mayoría de las cosas, animadas por una palabra, por una única palabra. Todavía recordaba como sintió su presencia encadenada a las últimas sílabas. No fue el tono, siquiera la potencia con que fue pronunciada, porque un “adiós” siempre tiene el mismo tono amargo y la misma manera de repetirse en un eco sin fin. Y el cielo se llenó de agua, y el horizonte, y todos y cada uno de los objetos que poblaban en aquel momento su soledad. Y sintió como un puñal de seda rasgaba sus parpados. Y fue agua el cuerpo que se desvanecía en el camino, y la sombra que siguió a aquel cuerpo.
Quince o veinte segundos, no más, y bastó para que el más triste de los mares lo envolviese todo. Un mar yerto, sin peces, sin algas, sin olas que rompiesen contra un acantilado, aunque fuese el más frío de los acantilados, sin playa donde poder soñar con una marea baja.
Y la sintió deslizarse hasta el final de su pómulo, y hubiese querido que no llegase nunca, que conservase siempre el roce de aquel adiós sobre su piel, que no iniciase una caída hacia el vacío como el más fiero de los torrentes. Y la sintió desprenderse, arrastrando tras ella un huracán de caricias, de besos, de promesas, hasta que se notó vacía, y sopló sobre su pelo el más tórrido de los vientos del desierto.
Dicen, y puede que sea cierto, que aquel fue el viaje más triste de una lágrima, el último viaje.




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