"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

domingo, 26 de diciembre de 2010

Morirse un poco

Cada tanto tiempo, no importa cuanto, pueden ser meses, o años, o toda una vida, uno necesita morirse un poco. No gran cosa, sin grandes fastos, ni bandas de música, sin cortejo de plañideras, apenas morirse un poco, lo justo.
En ocasiones bastará algo físico. Puede que un nuevo corte de pelo, o dejarse crecer la barba. Siempre pueden cometerse excesos como liposucciones y otros largos nombres que me es difícil escribir, pero para una muerte pequeña, una que apenas trae una navaja sin casi filo escondida en su bolsillo, en lugar de la afilada y temible guadaña, bastará algo más simple.
Otras veces, normalmente cuando la muerte se tomó su tiempo, demasiado tiempo, para hacernos su siguiente visita, podríamos pensar en años, unos cuatro o cinco, puede que los cambios tengan que ser un poco más drásticos. Quizás un cambio de empleo. No es preciso cambiar de ocupación, bastará con cambiar el lugar físico. Los cambios de película, aquellos de ejecutivo que deja el trabajo y se pone a tocar el saxo en el metro de New York se nos antojan excesivos. Ni aprendimos nunca a tocar el saxo, ni la muerte, por mucho que se haya demorado su venida, es tan cruel como para condenar a cientos, puede que a miles de viajeros a nuestra desafinada virtuosidad con el saxo.
            Luego están aquellas ocasiones en que la muerte se parece tanto a la definitiva, a la que vendrá con pocas ganas de broma y sin la posibilidad de un último quiebro, que de nada sirve cambiar de rostro, ni dejar un trabajo que, por otra parte, siempre estuvimos pensando en dejar. Entonces son necesarios otros cambios, no siempre deseados. Entonces hay que dejar de lado a unos cuantos amigos. Y si esto no fuese suficiente, si aun así nuestro cuerpo, y nuestra alma, todavía no sienten en su carne y en su aliento la amargura infinita de la muerte, entonces puede darse el caso de tener que dejar a la mujer o al hombre amado.
            Hoy no, hoy apenas hace unos meses que la muerte llamó a mi puerta. Hoy es un día de cambios sin importancia. Me dejaré crecer el pelo, aunque eso me llevará su tiempo. Me recortaré la barba hasta dejarla convertida en una perilla rodeando mi boca. Y me sentaré a charlar con la muerte. ¿Quién sabe? La última vez la convencí para que no demorara mucho su visita, puede que esta vez también lo consiga, porque ya soy demasiado viejo como para cambiar de trabajo, demasiado sensible como para perder los pocos amigos que me quedan, y demasiado torpe como para que ella ya no esté a mi lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sueño

Sueño