Un buen día se encontró con una mariposa. Hermosa, linda, como suelen ser las mariposas. Con sus alas abiertas inundándolo todo de color y formas geométricas. Se acercó a ella, y ella apenas se dignó a lanzarle una mirada de reojo, ocupada como estaba en buscar la postura perfecta donde el sol se reflejase en sus alas y lo llenase todo de un colorido insoportable para unos ojos minúsculos como eran los de él. Durante unos minutos, apenas unos minutos, porque la vanidad da poca tregua, la mariposa fingió no darse cuenta de la presencia de él; pero finalmente le habló.

Y para agrandar más sus gestas le dijo.
- ¿Y tú, tú qué has hecho?
- Yo –dijo él, y un aliento cálido, que hizo temblar a la mariposa, lo inundó todo- apenas he subido montañas que no medirían, te hablo de las más altas, más de tres centímetros. Y he recorrido también la cálida vegetación, pero ésta rodeaba fosas en las que el peligro no era su profundidad. Y he sentido, también, el calor, aunque nunca vi un sol, pero he sentido el calor en mayo, y en noviembre, y en todos y cada uno de las meses del año, lloviese o nevase, hiciese un sol radiante o fuese todo una única nube sin fin y frío. Y yo – y de nuevo un cálido aliento envolvió a la mariposa haciendo que sus alas fuesen todavía más hermosas y su temblor aumentase- también me he tumbado a descansar en dunas, pero no vi desierto por ningún lado, y también he tenido trato con las gentes, extraños o no. Ahora, justo ahora, me preparo para un corto viaje.
Y el beso calló, y la mariposa dejó de sentir el cálido aliento en sus alas.
Sólo pruebo para comprobar que se pueden añadir comentarios.
ResponderEliminarNor
Román .. ya lo sabes... a mi este cuento me parece maravilloso!!
ResponderEliminarGracias por escribir cosas tan bonitas!!!!