"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 17 de febrero de 2011

Al principio fue el día

Al principio fue el día, un día interminable. Duró horas, años, puede que siglos. Parecía que nunca tendría fin, que la inagotable luz estaría siempre dorando el trigo, reflejándose sin tregua en las aguas,  colgada de cada uno de los frutos de los miles de árboles. Ni el reparador sueño fue capaz de acabar con ella.
Un día, quién sabe si “un buen día”, el día interminable en el que transcurrían todos y cada uno de los hechos, un hombre enfermó, o fue atacado por alguna fiera, no queda registro escrito sobre el momento en sí, ni la tradición, oral o no, dejo constancia de ello que llegase hasta nuestros días, simplemente un día sucedió. Poco a poco la enfermedad, o la herida, fue haciendo su viaje, el hombre (puede que fuese una mujer, puede) respiró cada vez con una cadencia más lenta y rítmica (si se hiciese una investigación seria sobre el tango puede que allí estuviesen sus orígenes). Quince veces por minuto, doce veces por minuto, cinco veces por minuto, cada vez menos y más largas las respiraciones. Hasta que llegó una última, una que parecía venir desde sus pies, que recorrió todo su cuerpo, piernas, estómago, brazos y pechos, parecía como si fuese tomando nota de cada parte del cuerpo y recogiendo en cada parte cuanto pudiese serle necesario, imprescindible o no, y finalmente llegó a la boca, se tomó un tiempo, miró la cara a cuentos estaban alrededor y se hecho fuera. Al principio fue el día, un día interminable, al menos hasta esa primera bocanada de muerte. Y entonces se hizo la noche. Podríamos decir que una noche terrorífica, cruel y traidora, pero no fue así. Se dejó caer sobre los frutos y estos aprovecharon para madurar con calma, se tumbó a la orilla de los ríos y estos se dedicaron a reflejar las estrella y la luna, que hasta entonces nunca fueron visibles. Se tomó su tiempo, el justo, el justo y el que tuvo a bien acordar con el día. Yo tendré la mitad, más o menos, dijo el día, tú, dijo mirando a la noche, con un contacto leve, tendrás la otra mitad, más o menos, le contestó la noche. En los sitios donde no pudieron llegar a acuerdos tan sencillos decidieron dejarlo para tiempos mejores. Todavía hay lugares donde aun no sé da el reparto de doce y doce, más o menos.
De todos estos hechos y acuerdos quedó al margen el hombre, y la mujer, claro. Ellos simplemente acordaron que no sería mala idea que el sueño fuese compañero de la noche y la actividad del día. Tal vez no fue una buena elección, pero así quedó acordado y nunca puesto en duda (los panaderos no están totalmente de acuerdo).
Desde entonces, desde aquel día, y ahora si que hablamos con propiedad en lo de día, sucede que el día se lleva la mayoría de las bocanadas que hombre o mujer alguna es capaz de dar, pero la última, la que hizo que el día pudiese hablar de amor con una mujer a la que nunca llega más allá que a rozar, esa es de la noche, de una noche larga, de una noche interminable.


Y ahora escucha esto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sueño

Sueño