"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

domingo, 20 de febrero de 2011

Reflejo

Se sentó frente a aquel escaparate, en el borde de una inmensa fuente que apenas si tenía un pequeño surtidor en medio. Estaba cansado, muy cansado. Después de un agotador día de trabajo había continuado con una tarde de compras que ya pasaba factura a sus piernas, a su espalda, a su ánimo. Tomó una nueva bocanada de humo de su cigarro y levantó la vista. Ante él, apenas perceptible por su contorno, estaba su reflejo. Soplaba un viento triste que hacía que sus cabellos volasen alrededor de su cabeza. Se miró, vio como sus brazos se cruzaban ante él hasta apoyarse en sus piernas, ensayó todavía una vez más el gesto de llevar el cigarro a su boca, y de golpe se paró, dejó caer los brazos sobre sus piernas y se quedó completamente quieto, sin mover un solo músculo, y entonces lo vio. Ante él estaba aquella figura recortada por los reflejos del sol y enmarcada entre unos maniquís con la ropa de la temporada anterior, y nada más, como él, nada más.
Sintió suyo aquel mundo de quietud, de soledad, de desierto. Se comprendió tal y como era, el reflejo de un reflejo en mitad de unos grandes almacenes. Vio con tristeza que siquiera el pelo seguía volando al viento, notó como su sangre huía lentamente de sus venas hasta formar un hermoso charco dentro de la fuente y luego era elevada por el surtidor llenándolo todo de reflejos rojos. Intentó hablar, pero no tenía sentido en medio de aquella soledad poblada de multitud de desconocidos que apenas si se reflejaban en los escaparates, y lloró, sintió como su interior se poblaba de lágrimas hasta dejar su cuerpo convertido en un mar de llanto cuando la última gota de sangre resbaló desde sus manos hasta la fuente.
Entonces volvió a levantar la vista y repasó con detalle el escaparate, dos maniquís de hombre con chaqueta y pantalón oscuro y una camisa que jamás se habría puesto, tres de mujer que no acertó a describir, y un montón de prendas sin sentido a los pies de cada uno de los maniquís, y el reflejo de un desconocido que se levantó sin prisas, como si no importase el tiempo porque no tenía a dónde ir, le miró durante unos instantes y dándole la espalda se alejó en silencio mientras él llevó de nuevo su cigarro a la boca.

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Sueño

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