"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

miércoles, 23 de febrero de 2011

A veces tengo citas...

A veces tengo citas a las que acudo, pero no voy. Y otras veces, como hoy, acudo y voy, y tú también estás, aunque no vengas, porque yo te traje. Y juego a cogerte las manos aunque las primeras veces se me escapen porque es difícil coger a la primera unas manos hechas de aire y deseo. Y fijo mi mirada en la pared blanca y al poco (para un amante torpe poco pueden ser horas, pero sigue siendo poco) van apareciendo unos ojos dulces ante mi mirada, y una boca fresca, y un rostro que finge que no me ve. Si suena el teléfono en esos momentos, o giro la cara porque creí ver una sombra, el rostro se esconde en no adivino qué rincones, y vuelvo a traerlo de la pared blanca. Lo miro, con miedo, con miedo a acercarme y besarlo. Por un lado por la posibilidad de que vuelva a esconderse y por otro (un amante torpe puede y debe ser cobarde) porque lanzar un beso al aire corre el riesgo de equivocar el camino.

Si el día es dulce, la cita tiene un sabor a melancolía. Las ropas son suaves, vaporosas, los gestos dulces, casi tímidos. Entonces hablamos de dar un paseo donde el tiempo se pare, donde poder crear un decorado de sombraluz por entre una fila de chopos cuando el sol comienza a despedirse y la luna da la bienvenida a los amantes. Pero si el día es de carne e invita a lo prohibido, si las ansias se vuelven de fuego y las manos son dientes, y la boca un ladrón en busca de besos, si imagino la ropa tirada en el suelo, y tu cuerpo tan sólo está vestido de mi mirada, y a mi cuerpo tan sólo lo cubren el deseo y la rabia, entonces se llena el aire de suspiros y gritos, y no importa el calor o el frío para que nuestros cuerpos suden, y cargo en mi mochila el vicio y piquetas para escalar cada punto de tu cuerpo. Y me rindo, no te gané ni una batalla, pero soy un prisionero agradecido y constante que volverá a la lucha tan sólo con que tu aire soplé en mi deseo.
Hoy la cita no fue de parques ni de cama, tuvimos una cita de silencio. Por un lado, la ausencia y yo sentados, mirando en la ventana la mañana, por otro tú y quién sabe qué fantasmas o qué duendes.

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