"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 28 de julio de 2011

Camino a la locura. Octavo paso, Son las once y treinta y dos.

Son las once y treinta y dos minutos, al día apenas le quedaban unos minutos para terminar, tú inteligencia ha estado de paseo casi todo el día, y en lugar de tener piedad de ti le da por llegar justo ahora, con una consciencia tan dolorosa como miles de alfileres de hielo clavados en tú cuerpo. No había sido un mal día, puede que un día de extraños y ausencias, pero no un mal día. Y justo cuando el sueño abre la puerta de tu habitación y no está a más de dos pasos de tu alma, tu inteligencia, la poca que te queda, se sube de golpe a tu cabeza y abre tus ojos de par en par. Como añoras cuando se situaba en tu entrepierna y te hablaba de jugar mientras esperabas la noche cerrada. Pero hoy es una noche de verano, y hasta la luna, que ha estado unos días de vacaciones, se mantiene casi sin esfuerzo en un cielo inmaculado, e inunda de luz tu habitación. Intentas un quiebro, enciendes la televisión y buscas el programa más tonto que hay en ella; pero ya es tarde, ya no es sólo que haya abierto tus ojos de par en par, es que se ha metido en tu cuerpo hasta los tuétanos, es que ya todo tú eres inteligencia como hace años que no lo eras, y no tiene remedio. Te buscas en el día, haces repaso desde el momento mismo en que tus pies sintieron el tibio frescor del suelo, y no estás. Se levantó un extraño que apenas se pudo tener en pie mientras escuchaba un sonido de agua en el fondo del vater. Unas manos, que ahora si que crees reconocer como tuyas, aunque no sabes muy bien de donde han salido, ayudaron a peinar y lavar una cara cuyo único gesto repetía una y otra vez. Vuelves a hacer un esfuerzo, vuelves a cerrar los ojos y conectas la radio, en el programa más sangriento que eres capaz de encontrar, puede que unos cuantos muertos se lleven al muerto que de nuevo has sido hoy, lejos de eso tu inteligencia los coge, los mete dentro de ti y organiza una de las mejores fiestas que recuerdas. Todos, de la mano, como un batallón sin dueño y sin norte, os dirigís a un trabajo, no importa cual. Éste tiene cara de carpintero, pero es albañil, aquel tiene cara de notario, pero es pensionista, los más no tienen cara de nada, pero son lo que son. Y tú, que siempre habías querido ser escritor, eres el fantasma que día tras día camina por tu vida como si ese fuese su castigo y a la vez su futuro. Por un momento piensas que esto le pasa a todos, que todos se acuestan de noche, en una mullida cama, que invita a un sueño relajante, pero a todos les ataca a traición la inteligencia, ese maldito duende que no conoce la piedad. Que todos se darán cuenta… pero tú no estas hoy para compartir, para sentirte parte de un infinito solidario donde poder diluir tu ausencia. No, hoy estás solo, la luna ilumina tu cara y no oculta esa lágrima. Puede que mañana te despiertes igual de torpe, puede que de nuevo tu inteligencia se haya ido a otras tierras y te deje en paz por un largo tiempo, puede; pero este noche no será una noche de sueños, no será una noche de olvido, esta noche le has de pedir perdón, ha de saber que no te has olvidado del todo de él. Díselo, aunque eso suponga darte cuenta de quién eres, díselo.

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Sueño

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