"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

lunes, 25 de julio de 2011

Ego


Si no importa, si realmente no importa cuantos caminos ni cuanto tiempo andes, entonces para qué sirven los pasos. Si es indiferente a cuantas puertas llames y hasta que punto seas capaz de desgastar tus nudillos en el intento porque la madera puede llegar a ser vacío, entonces para qué sirve el dolor de la carne y la dureza infinita del hueso que acabará sobreviviendo a las ideas. Si tu boca se abre como sima que nunca tiene final, y tus cuerdas vocales se tensan como si fuesen parte de la legión de arqueros más poderosa del norte, y entonces en un esfuerzo casi inhumano lanzas el más terrible de los gritos de auxilio, y te das cuenta de que ante los miles de oídos sólo llega un terrible y lejano rumor de brisa que apenas les hace volver la mirada, entonces de que sirve que el sonido viaje en el espacio si nunca fue más allá de tus labios. Pero aun así siempre te quedará lo más terrible, lo que hace que sigas caminando, que sigas llamando a todas y cada una de las puertas, pese a la sangre que corre por tus manos, que sigas gritando aunque tu garganta apenas alcance ya para el suspiro, porque ¿qué sucederá si un día, en un paseo cualquiera, ese día en que no hay un rumbo ni una meta fija, ese día en que decidiste dejar las manos en tus bolsillos para que el paso fuese indolente, ese día en que piensas mientras tu boca está cerrada en un rictus de burlona tranquilidad, qué pasará si ese día, al dar la vuelta a cualquiera de las miles de esquinas que tiene la vida, ves una sombra alargada sobre el suelo, la sigues con la mirada, sientes como está cosida con un hilo de derrota a unos pies, subes la mirada por unas piernas que caminan sin prisa, con dejadez, alcanza tu mirada una espalda cansada de llevar esa sombra a cuestas calle tras calle, ves una cabeza casi cana, dejada caer sobre unos hombros como si no perteneciese a ese cuerpo, y entonces se vuelve, te mira, lo miras, y ves que eres tú, que nunca has ido a ningún lado, que siempre has estado andando las mismas calles, tocando a las mismas puertas, lanzando los mismos gritos vacíos que sólo ayudaron a agudizar tu sordera?, ¿qué pasará si él, si tú, te mira con el mismo miedo que ahora hay reflejado en tu mirada, si por un instante ambos estáis a punto de llorar, a punto de arremeter contra el otro y terminar con aquella atrocidad que hace que os encontréis una y otra vez en la misma calle, en el mismo instante?. Pero no, como siempre, como cada vez que ha sucedido desde el comienzo, el baja la mirada, se vuelve, y retoma su camino, con un paso que sientes como tuyo, que te hace notar un extraño cosquilleo en los pies, en las piernas, y ves como toca en todas y cada una de las puertas, y tus manos sangran, y te parece escuchar un grito desgarrador que apenas llega a tus oídos, y sientes como duele tu garganta. Esperas unos segundos, sólo lo necesario para ver como se pierde comido por los cientos de paseantes que pueblan aquellas calles, y sientes el roce de sus cuerpos en tu cuerpo, hasta que giras, tus piernas comienzan a andar como si fuesen las piernas de un extraño, tus manos siguen sangrando como si fuesen las manos de un extraño, y de tu garganta surge algo parecido a un lamento que pregunta ¿hasta cuando?

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Sueño

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