"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

miércoles, 4 de mayo de 2011

El vigia


Me paro, subido en esta mañana de julio, y miro hacia el horizonte, y hacia el pasado. Me es todo tan extraño, tan inmerecidamente poco familiar. Me asalta en esta plataforma del presente la sensación, de nuevo, de no formar parte de casi nada, de tener tantos vacíos que, a fuerza de acumularlos, no soy sino una pequeña parte más de ellos. No encuentro un apoyo que pueda definir como exclusivamente mío, ni siquiera un odio en el que aferrarme para dar sentido a algo. Tal vez simplemente esta inoperancia de mis sensaciones es el único regalo que me concedió la vida y sea mi único compañero; pero lo cierto es que nada, y tal vez esto tenga un ápice de exageración, cobra un sentido realmente sabroso y que sirva de punto de partida. Mas bien las cosas y los hechos parecen empeñados en ir desposeyéndose del poco sentido que la vida, y la torpe mano de la historia y las relaciones, les dieran algún día. Por lo demás me gusta sentarme en la calle a ver pasar a la gente. Hace años les envidiaba porque parecían tener muy claro el camino, todos daban la sensación de ir o venir de algún sitio definido. Al paso de los años se adueñó de mí la duda del miedo, del miedo que les podía producir pararse, sentarse durante unos segundos a la orilla a ver a los demás, y sobre todo a mirarse a sí mismos.
Puede que, a fin de cuentas, no tenga más que una cierta desgana, una cierta desilusión, como el niño que abrió el regalo esperando un excepcional juguete y no encontró más que una burda imitación de algo que no quería. Quizás equivoqué el camino que conducía al centro de la vida, aquel que llena de sentido los corazones y las mentes, aquel en el que veo a los demás navegar con cierta alegría en sus rostros. Aunque siempre me quedará la duda de si no es ese el camino de la ignorancia, con más o menos adornos salpicados de razonamientos y palabras de difícil comprensión, pero a fin de cuentas el camino a la ignorancia.
Y he de reconocer que tampoco es que esta actitud me haya servido de mucho. No me llevó a ningún puerto de un país maravilloso, ni me hizo el rey de la sabiduría, no colmó mis inexistentes ansias de grandeza ni realizó mi más oscuro deseo de reconocerme ante los espejos; simplemente me dio la oportunidad de poder sentarme aquí, en esta orilla del camino desde la que veo pasar a los demás.

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Sueño

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