"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

sábado, 7 de mayo de 2011

Esta mañana


Esta mañana al levantarme encontré la risa. Estaba en mitad del pasillo, a la vista, y la guardé. ¿Quién sabe? Igual luego, cuando el día comience a ser pesado, encuentre un motivo para usarla.
Esta mañana, con la risa guardada en mi bolsillo, me dio por escuchar las noticias, y entre muertos de hambre y de plomo, encontré el llanto. No me vino de golpe el mar a los ojos y decidí también guardarlo. No me preocupé en pensar si el día me daría una excusa para usarlo. Pero por si acaso no lo guardé en el mismo lugar que la risa. El llanto y la risa juntos sólo son para las grandes ocasiones, y hoy era un día de un futuro pequeño y vergonzoso.
Ya con el día en marcha, el sol a pleno rendimiento, y camino del trabajo, me encontré la pena tirada en una esquina. La miré a los ojos, aunque apenas de soslayo, ya se sabe que la pena necesita pocas excusas para colarse sin ser invitada. Aun así me agache, la cogí, y la guardé con cuidado. El día amenazaba lluvia, y un día de lluvia, al atardecer, mientras se mira como el sol recoge sus últimos rayos antes de irse a dormir, y las gotas de agua caen sobre nuestra cabeza descubierta, no está mal un poco de pena en el alma, en la mirada, en el corazón. Aunque sólo un poco, la justa para no creerse a pies juntillas el mito de la felicidad.
En el trabajo encontré un poco de todo, como cada día. Lo normal, un poco de envidia, aunque hay días en que parece que el mercado esté saturado; otro poco de comprensión, y esta si que la guardé en un lugar especial, por si llegan tiempos en que la locura encuentra demasiado campo en mi corazón; y una cuantas cosas más que, para alguien que casi tiene el síndrome de Diógenes de los sentimientos, nunca está de más el almacenar.
Finalmente llegó la noche y regresé a casa. Entré, y como cada día, vacié mis bolsillos. Las llaves de casa, la pena, casi todo el llanto, el móvil, la cartera, y la mayor parte de la envidia. No ha sido un mal día. Gasté casi toda la risa, no me queda nada de comprensión, y mis manos están limpias. No siempre es así, hay días en que llego con la risa sin gastar y nada de llanto; pero hoy no, hoy ha sido un buen día.

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