"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

miércoles, 18 de mayo de 2011

Hace dos días

Hace dos días, apenas dos días, faltó nada para que le diese un beso al sol. Llevaba los labios pintados. Estaba a mi lado, a la distancia de un suspiro. Sé que pensaréis que es mentira; pero teníais que haber visto como me miró de reojo. En el último momento, entre mi torpeza y su indecisión, el beso se perdió entre los pasos de los demás caminantes.

Ayer, cuando todavía tenía en mi memoria la blusa apenas abrochada de la luna, y sus rayos tocaban en mi ventana para velar mi sueño, probé a lanzarle un guiño. Si, ya lo sé, ni soy el mejor de los amantes ni mis guiños se han hecho famosos en la poesía romántica; pero estaba tan hermosa la luna. Sonrojada, evitando mi mirada y haciendo esfuerzos por que su blusa no incendiase un deseo que se vino a la cita a la primera llamada. Pero una nube, una de esas que no han sentido nunca la llamada de la sangre, cuando la sangre deja de ser obediente y abandona las venas para correr sin rumbo por la mente, por el sexo, por las ansias, se llevó la luna de la mano, mientras ella volvía su cara y se llevaba la imagen de mi cuerpo desnudo en aquella noche sin dueño.

Hoy, cuando hemos hecho reunión sobre las doce, y ya no faltaba nadie. Cuando el deseo, la pasión, las pocas normas morales que quedan en mis cajones, y una primavera que ya hace años decidió quedarse en mis tierras y lucha a brazo partido porque nunca llegue el verano, ni el otoño, ni el invierno, se han sentado a la mesa, con una cerveza en la mano cada uno. Hoy hemos trazado un plan. Ya tenemos el parche, soplan vientos propicios, cada uno lleva en su mano una espada, y hay buena mar para zarpar. Nos lanzaremos a un mar que siempre tiene en sus manos la calma y la más embravecida de las noches; pero un mar que, no importa cuánto tiempo nos tenga entre sus aguas, siempre nos devolverá a una playa donde nos espera un sol con los labios pintados y una luna que sigue haciendo lo imposible porque una blusa de suspiros tape unos pechos de oro, y esperan a un navegante que bese esos labios y se lance sin miedo entre unos pechos donde merece la pena terminar un viaje.

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Sueño

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