"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

lunes, 3 de enero de 2011

El pasillo

Ya casi estaba llegando a ella. El pasillo era largo, muy largo, llevaría más de dos horas de andar entre dos paredes blancas, inmaculadamente blancas. Al fondo se veía la puerta. Apenas unos pasos, no serían más de diez, y podría apoyar su mano contra aquel pestillo y salir de aquella pesadilla. En el momento de apoyarla sintió miedo. ¿Qué habría detrás?. Abrió, y sintió como el corazón se paraba durante no más de dos segundos. Ante él tan solo la oscuridad. Una aterradora oscuridad que lo llenaba todo, que por momentos se adentró en el pasillo oscureciendo las paredes. Cerró de golpe y se quedó durante unos segundos parado, atenazado todavía por el miedo. Al girarse vio al otro extremo del pasillo otra puerta. Ahora el otro extremo se le aparecía extrañamente cercano. Corrió temiendo que fuese una alucinación y desapareciese aquella nueva puerta. Pero enseguida se encontró ante ella. Ahora no hubo dudas, alargo su mano y abrió rápidamente. De nuevo una estremecedora oscuridad que lo inundó todo. Cerró, se quedó durante unos segundos mirando aquella puerta, intentando adivinar cual era el sentido de todo aquello. Finalmente se volvió, y su sorpresa fue enorme, al ver que en el otro extremo, pero ahora en los laterales, habían aparecido dos nuevas puertas. Por un instante estuvo a punto de volver a correr hacia ellas, pero se quedó parado. Apoyó la espalda contra el pasillo y dejó que su cuerpo resbalase hasta estar sentado en el suelo. Necesitaba pensar, entender aquello. Al abrir la primera puerta había aparecido otra justo en el otro extremo, ahora al abrir la segunda habían aparecido dos junto a la primera. Cada vez que abro una puerta estas se multiplican, se dijo. Las posibilidades que esto abría ante él no eran del todo buenas. Podría ser que en alguna de las nuevas puertas estuviese la salida de aquel laberinto, pero también podría ser que no, que eternamente apareciesen puertas ante él y todas y cada una sólo guardasen dentro esa terrorífica oscuridad. Incluso acabaría llenando todo el pasillo la oscuridad y él acabaría formando parte de ella. Tampoco tenía muchas más alternativas, o bien seguía intentando encontrar la salida o buscaba, recostado contra aquella pared, el secreto de aquel pasillo, la clave que le permitiera encontrar la solución para una salida rápida. Decidió probar una vez más. Ahora no recorrió el pasillo corriendo como antes, su fe en que la solución estuviese en aquellas nuevas puertas era más bien poca. Llegó ante la que estaba a su derecha, volvió a poner su mano en el pestillo y la abrió de golpe. De nuevo aquella oscuridad le dio de lleno en la cara. Cerró con violencia y giró sobre sus talones. Con rabia abrió la que estaba ahora frente a él. Gritó con todas sus fuerzas al volver a ver la misma oscuridad. Permaneció durante unos minutos delante de esta segunda puerta después de cerrarla. Tenía verdadero terror a girar la vista y mirar el pasillo. Finalmente lo hizo. Cuatro nuevas puertas habían aparecido al otro extremo, junto a la segunda que había abierto. Esta vez hubo algo más que llamó su atención, el pasillo que antes aparecía de un blanco que dañaba la visión había tomado ya unos tintes más grises. Todavía no podía decirse que no fuese blanco, pero ya no era aquella primera blancura radiante.
Durante varios días, o al menos así lo creyó porque puede que realmente fuesen años, siguió con aquel ritual de abrir puertas, y a cada nueva puerta la misma respuesta, la más total oscuridad, nuevas puertas que aparecían y un pasillo cada vez más oscuro.
Reinaba la más total oscuridad en el pasillo, no alcanzaba a ver ni sus manos cuando las acercaba a su cara para limpiarse las lágrimas. Ya había dejado de abrir puertas hacía varios días porque no veía donde aparecían las nuevas puertas cuando de pronto sucedió algo inesperado. La puerta del final del pasillo, aquella que él había abierto la primera, se abrió de golpe. Quiso levantarse y correr, pero sus piernas no le respondieron, quiso gritar, lanzar el grito más desesperado que había emitido nunca, pero sus cuerdas vocales se negaron a emitir sonido alguno. Vio como apareció un rostro detrás de la puerta, vio el gesto de terror que se reflejo en aquel rostro cuando la oscuridad del pasillo le salto encima de golpe, y vio como la puerta se cerraba violentamente volviendo a sumirle en la más completa de las oscuridades.




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