"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

miércoles, 12 de enero de 2011

II

Dicen que hay un viento, un viento que recorre el mundo de punta a punta, un viento suave y cálido formado por lo suspiros de los amantes. Dicen que cuando este viento roza tu piel, aunque apenas tus cabellos sufran un leve estremecimiento, si en ese momento unos ojos miran a tus ojos... Cuentan de un río dulce, tranquilo, incesante, que nace entre dos piedras siempre cuando el alba surge. Nadie sabe dónde nace, aunque hay quien habla del cielo, otros de las estrellas, incluso algunos del infierno, que está formado por las lágrimas de los miles de amantes que un día lloraron. Cuentan que si una mañana, cuando sólo se esperaba un sol cálido y suave, quiere la vida que tus pasos den con dicho manantial, al beber, justo cuando las primeras gotas mojan tus labios, si en ese momento una mano se posa en tus hombros... Hay leyendas sobre una estrella, sólo una, que sólo da el brillo de su luz una vez en la vida. Su luz es tibia y limpia, casi imposible de sostener la mirada más de dos segundos. La leyenda cuenta que si, como por casualidad, una noche, cuando levantas la vista al cielo buscando los sueños que la noche guarda para ti, esa noche justamente su luz aparece, y en ese momento unos pasos acompañan a tus pasos, entonces y sólo entonces...
Pero “¡Ay de aquel!”, dicen los más viejos, ay de aquel que tenga la dicha de pasear de noche, por un lugar cuyo nombre aún está por descubrir, desnudo, con su piel abierta y sus manos de ansias. Ay de aquel que no sepa medir bien su mirada, ni sus pasos, ni la sed desbordante de sus labios, y de pronto descubra en unas rocas un manantial perdido, y se agache, y beba, y sienta el frío suave de un viento dulce, y al mirar el manantial vea el reflejo de una estrella. Ay de aquel que entonces levante la mirada, y a la distancia de un beso tenga unos ojos, y a la distancia de un sueño tenga unas manos, y a la distancia de un cuerpo tenga otro cuerpo. ¡Ay de aquel!, dicen los viejos, porque entonces descubrirá lo que nunca dicen las leyendas: que no hay más viento que tu cuerpo, que no hay más manantial que tus labios, que no hay más estrella ni más luz que la que nace en la noche de tus ansias. Que no hay más tumba para la muerte de un deseo que la que cubre la piel de tus sueños.

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Sueño

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