R- Aquella mañana el sol amaneció radiante.
T- Papa ¿qué era el sol?.
R- El sol era como una esfera amarilla que salía en el cielo y nos daba luz, calor, y vida.
T- ¿Como las farolas de la vida?.
R- Más o menos, hija, más o menos. Como te decía el sol iluminó el frondoso valle de Buñol.
T- ¿Qué es frondoso, papa?.
R- Frondoso es cuando hay muchos àrboles, y plantas, y flores. ¿Recuerdas que ya te expliqué lo que eran?.
T- Si, papa.
R- Bien, un lobo bajaba por la ladera de la montaña.
T- ¿Un lobo?.
R- Los lobos eran como los perros, ¿recuerdas como eran los perros?, pues el lobo era parecido, pero vivía salvaje en los montes. El lobo llegó a una de las orillas del río y vio a unos niños jugando al otro lado. Con cautela se escondió entre la maleza y se fue acercando más al río.
T- ¿Qué era un río, papa?.
R- Un río era por donde discurría el agua. Antes, aunque yo ya no lo conocí con agua, cruzaba todo el valle de punta a punta y con su agua se regaban los árboles y las planta que luego nos alimentaban.
T- ¿Debía de ser bonito, verdad papa?.
R- Si lo era, si. Cuando el lobo hubo cruzado el río nadando se acerco sigilosamente a los niños y cuando estaba a punto de saltar sobre ellos apareció el abuelo de uno de ellos.
T- Papa ¿qué era un abuelo?.
R Verás hija, hoy la esperanza de vida sólo es de cuarenta años, ya sabes, el problema de la superpoblación, la falta de espacio y alimentos; pero entonces era de más de setenta años, y los niños tenían abuelos, que son los padres de los padres, y bisabuelos, y algunos incluso tatarabuelos. En fin, el abuelo cogió la hoz de segar el trigo y...
T- Papa ¿qué es una hoz?.
R- Vamos a dejar el cuento porque veo que ya se te abre la boca.
T- Si, papa, voy a dormir.
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