"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

viernes, 1 de abril de 2011

Ya no sé nada


Ya no sé nada. Es cierto, podría jurarlo a riesgo de perder mi vida. Comprendo que no me creáis porque antes sabía muchas cosas. Llegué a saber tantas que tuve que comenzar a olvidar otras. Primero eran pequeños olvidos sin importancia, cosas que no suponían una gran perdida en el devenir cotidiano. Olvidé fechas y lugares a los que seguramente no volvería nunca. Olvidé las caras de cientos de personas que jamás volverían a compartir un tiempo y un espacio conmigo. Luego comencé a olvidar datos y objetos cotidianos. ¿Hoy es jueves?, si, creo que si. Olvidé las fechas de los días, y los días, cosa que solucioné sin muchos problemas con un buen reloj de pulsera. Luego comencé a olvidar donde había dejado la taza de café que estaba tomando, o la revista que comencé a leer ayer. Y así una sucesión de olvidos que parecía no influir mucho en la relación con los demás ni en la relación conmigo mismo. Incluso me vino bien para al ir cumpliendo años mantener mis piernas activas.

Desde hace más o menos medio año, no sería capaz de precisarlo, los olvidos han pasado a tener una cierta importancia. Un día sucedió que olvidé ir al trabajo. Soy bastante trabajador y se me puede perdonar el faltar un día, pero cuando se me preguntó al día siguiente no supe que contestar. No me quedé perplejo, puesto que he ido asumiendo durante los últimos años mi problema (creo que ahora ya es un problema), pero si que comencé a preocuparme. Luego vinieron los demás olvidos. Una mañana me besó en la boca una mujer a la que nunca había visto antes. Luego se sentó conmigo en una mesa y desayunamos juntos. Yo la miraba, la escuchaba hablar sobre la posibilidad de pintar la casa en verano, notaba una naturalidad casi agresiva en su manera de hablar y dirigirse a mí. Volví a encontrarla a medio día, en la comida, y de nuevo parecía conocerme de toda la vida, de nuevo se sentó junto a mi, de nuevo me habló de pintar la casa en verano, de nuevo intenté recordar quién era, haciendo verdaderos esfuerzos inhumanos para conseguirlo.
Han pasado unos cuantos meses desde ese primer encuentro, no ha faltado ni un solo día al desayuno, a la comida, a la cena, incluso a la cama. Se ha vuelto realmente familiar, pero sigo sin saber quién es. Ella parece no haberse dado cuenta de nada, puede que me haya ayudado que ella sepa que mi problema es ya antiguo, pero aun así debería notar algo extraño en mí. No ha sido así, y después de tanto tiempo no creo que lo haga. Yo ya me he acostumbrado a ella, estoy cómodo a su lado, incluso puede que si fuese capaz me enamorase de ella, pero ese ha sido uno de los olvidos que han hecho que la situación ya no sea una cuestión de olvidos sin importancia. He olvidado los sentimientos, todos. Ya no soy capaz de amar, ni de odiar, siquiera puedo cogerle un poco de ojeriza a nadie. Noto como tengo un vacío infinito donde antes debí de tener un cúmulo de sensaciones. A menudo me quedó mirando fijo, con la vista perdida en un infinito que no me dice nada, ante cualquier situación que en los demás provoca el más terrible de los pánicos o la más aterradora de las alegrías, y yo miro fijo, miro hacia un lugar donde el vacío se esfuerza en coronarse como el rey más tirano.
Ayer olvidé ducharme, y anteayer, y hace ya unos cuantos días, y misteriosamente eso parece haberle preocupado más a la gente que está a mí alrededor que el hecho de que sea incapaz de sentir. Me dio por pensar que tienen mucho más desarrollados los sentidos que viven a flor de piel que los que duermen en el alma. En cualquier caso eso me hubiese preocupado cuando aun era capaz de sentir vergüenza, pero ahora no, ahora sólo me preocupa una cosa.
Ayer recordé la fecha de nacimiento de la mujer que desayuna cada mañana conmigo, incluso me vino un nombre a la cabeza, lo pronuncié y era el suyo. Hoy estoy escribiendo después de días de no recordar las letras ni donde tenía guardado el ordenador. Estoy realmente nervioso desde ayer, puede que sólo fuese eso, una necesidad vital de vaciarme y ahora comience de nuevo a recordar. No negaré que estoy impaciente por recordar más cosas, más fechas, más lugares, y sobre todo impaciente por saber cual será mi mirada cuando recuerde, cualquiera de las mañanas, en el desayuno, lo que sentía por esa mujer.

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