"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

viernes, 29 de abril de 2011

Estoy loco.


“Estoy loco, dicen”, y alzó la cara hacia el cielo cuando terminó de hablar, y un cielo que sólo podía acompañar el día de un loco, se le coló por los ojos como se cuelan las pequeñas ráfagas de aire que no han encontrado el camino por debajo de las puertas. “Dicen que estoy loco porque hay días en que siento con tanta fuerza todas las ausencias que aparezco en todas partes. Porque busco. Dicen que buscar siempre ha sido de locos. Porque en la búsqueda voy perdiendo. Ayer perdí un zapato, anteayer un poco de confianza, el mes pasado la vida, y no la he echado de menos hasta esta mañana.
Estoy loco, me repiten con un énfasis y una fiereza que, si no fuese porque me lo dicen sin inyectar los ojos, me haría pensar que son ellos los que están locos. Y a veces lo dicen por decir, igual que hacen la mayoría de las cosas, por hacer. Porque si no dicen, si no hacen, entonces…. Entonces nada, entonces los locos tendríamos demasiado espacio para nuestras locuras. No sé, yo por ejemplo, haría que amaneciese un día a las dos de la madrugada. Pero no como un loco, no. Lo haría desde la responsabilidad, es decir, pondría un sol, pondría un cielo, pondría a una mujer paseando por uno de los muchos caminos que imaginaría en el valle, y me pondría a mí, mirándola desde lejos, siguiendo su sombra, ya puse un sol para eso, para poder seguirla por su sombra, y soñando que el camino que anda tiene un recodo que hará que venga hasta mí.
En otros días, en días peores, porque los locos también tenemos días peores, imaginaría que escribo, y que hay gente que me lee, y entonces mis ojos se esconderían entre las líneas y mirarían. Supongo que puedo ver caras tristes, caras que llegaron buscando no se sabe bien qué, pero que no lo encontrarán. En un loco sólo se encuentra locura y decepción. O caras distraídas, que llegaron equivocando el camino y están aquí por casualidad. Que poco saben que eso es cierto, que todos estamos aquí por casualidad. Puede que nos salvemos los locos, somos los únicos que tenemos un trabajo definido. Pero yo no, yo apenas soy un loco de hace tres días, un aprendiz de loco. Alguien que cuando intenta que amanezca a las dos de la madrugada casi nunca lo consigue antes de las siete o las ocho de la mañana, y entonces siempre hay un cuerdo cerca que le dice que no fue su locura, sino que así es, así amanece. Y como no, la desesperanza se adueña de mí, porque si no amaneció por mi locura, entonces ¿puede que una mujer esté dando vueltas por un camino sin recodos y jamás llegará hasta mi?
No sé, quizás con el tiempo llegue a ser un loco de primera, de esos que acuden cada día a su trabajo y nadie lo nota, de esos que aceptan todas las leyes y nadie lo nota, de esos que aprendieron a hacer amanecer a las siete, y anochecer a las nueve, a poner siempre un sol en un cielo raso pero teniendo la precaución de añadir en ciertos días algunas nubes. Sería de muy loco una eternidad de cielos donde un solitario sol trabajase incansablemente para el olvido. Ese día alguien vendrá a mi lado y me dirá que ya no estoy loco. Seguramente me lo dirá en un día laborable, más o menos a las doce, cuando el sol sabe que se acabó el impulso de los locos y le toca bajar de sus alturas y ni una sola de las mujeres que caminen por la calle deje una sombra donde desviar la mirada. Y yo le contestaré que si, que fueron malos tiempos, que ya soy un hombre cuerdo. Pero ese día está todavía muy lejos, al menos para un aprendiz de loco que todavía es capaz de hacer florecer los almendros en enero.”. Y se marchó en mitad de una noche extrañamente iluminada, cualquiera diría que era un día lleno de estrellas.

1 comentario:

  1. Hola, entre por curiosidad siguiendo una imagen para colocar en mi blog y me quede atrapada entre tus letras...asi que pasare a visitarte y a darme un festin de palabras.. gracias por compartirlas!

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Sueño

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