"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

miércoles, 6 de abril de 2011

Donde yo estoy


Amanece. Un increíble sol rompe contra un cielo que parece el primer cielo de los tiempos. Los rayos se esparcen por él como si alguien los llevase en sus manos y los soltase como si fuesen palomas. Vuelan, sin prisa, extendiendo sus alas y llenándolo todo de un fabuloso color que resbala desde lo alto hasta cubrirlo todo; pero donde yo estoy no llegan.
Una banda de música pasa, calle abajo. Las notas se agarran a las paredes y suben por ellas hasta alcanzar los tejados. Allí, el duende de la música baila entre las tejas, y sus pasos resuenan como gotas de agua caídas desde una nube con forma de guitarra. Cientos de personas pasan cantando y riendo detrás de la banda, con sus ropas de colores y una sonrisa en cada rostro. La música suena cada vez más fuerte, como si su único fin fuese una batalla sin cuartel contra el silencio; pero donde yo estoy no llega.
Una mujer llora sin llanto, apoyada contra el canto de una ventana. La lluvia resbala por el cristal como resbala el tiempo por su alma. Silencio, que nadie diga nada. Sus ojos miran más allá. Piensa en un hombre. Lo recubre con su deseo, desde los pies hasta el sueño. Su mano, apoyada en el cristal siente el frío. Su corazón, apoyado en el recuerdo siente el fuego, un fuego que no ha apagado la ausencia. Su cuerpo desnudo lanza un grito que se pierde en un espacio de extraños y
despedidas. Ese grito no va más allá de su aliento y llora, sin llanto. Una mujer, un infinito anhelo que cabe entre las manos, pronuncia, con unos labios cargados de intención, un nombre; pero donde yo estoy sólo se escucha el silencio, un silencio que guarda en su arcón unos rayos de sol que eran para mí, una música que vino buscándome y encontró la ausencia, unos labios, cosidos con la rabia a un cuerpo de mujer, que siguen pronunciando un nombre que ya no es el mío.

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