"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

sábado, 9 de abril de 2011

El parque de marmol


 Su pelo reposaba sobre un banco del parque como adormecido entre las orquideas. Miraba más allá de las últimos arbustos, con la mirada perdida entre los primeros rayos de oscuridad. Mi mano reposaba en el respaldo del banco y, a veces, volaba arriba y abajo atrapando sólo los primeros nervios de la primavera. Mis piernas cruzadas una sobre otra con cierto aire de distincios. Un rayo, uno de los últimos del día, acertó a posarse sobre su cabello y rebotó innundándolo todo de reflejos azabaches. Apenas si se le notó un leve movimiento, sus párpados temblaron con un gracioso aleteo. Mi mirada era como soñolienta, con un cierto atisbo de intelectual y un mal fingido intento de dotarla de cierta bohemia casi nunca conseguida. La gente al pasar nos miraba, no sin cierta burla, y se alejaba murmurando entre dientes. Alargué mi brazo un poco más por el respaldo del banco y atrapé algún recuerdo.

 Todo comenzó, creo recordar, una tarde de primavera de hace unos tres años. Se mueve como por una dolorosa abligación y cruza sus manos sobre su regazo. Por un momento sus ojos se cruzan con los mios, y aún siento ese cosquilleo de los primeros amores recorrer todo mi cuerpo y asentarse en mi estómago. Yo sonrio, con esa sonrisa tierna del niño que implora un poco de ternura y amor. Aquella tarde yo paseaba por el parque arrastrando mis pies y mi mal llevado fracaso como escritor de relatos. Estaba a punto de comenzar a llorar y me dejé caer en el primer banco que encontré. Luchaba entre las sinrazones de mi situación y la situación de mis sinrazones. Quizá no triunfé como escritor precisamente por esto, por ser a veces excesivamente retórico y otras vanalmente simplón. Entonces se sentó en el banco. Abrió un libro de no recuerdo bien que escritor, y pasó la tarde leyendo, a la sombra de las encinas.

 Se levanta y sacude su falda. Cierra el libro y se aleja hacia la salida. Desde mi banco apenas si acertaba a verla en la incipiente oscuridad. Yo, como todos los días, aguardo un poco hasta que la oscuridad es total y regreso a mi casa a continuar mis relatos.

Y ahora escucha esto...

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Sueño

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