"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

viernes, 4 de marzo de 2011

El adivino

Paisito entornaba los ojos. Los entornaba con tanta fuerza, para ser sólo un niño de nueve años, que debajo de sus diminutas cejas apenas se adivinaba una línea gris. Tanta fuerza hacía que sus dientes asomaban. Entonces decía:

-        ¿así está bien papá?.

Su padre levantaba la vista del libro que estaba leyendo. Apoyada la silla contra la pared, apenas aguantada por dos de sus patas, miraba unos segundos a Paisito. El gesto de su cara, ensimismado en la lectura hacía apenas unos segundos, se dulcificaba y una sonrisa, apenas dibujada en la comisura de sus labios, daba paso a una pregunta burlona, llena con una inusual y extraña carga de ternura:

-        ¿Estás seguro que has apretado con fuerza los ojos?

Y tanto que estaban seguros los dos. Paisito porque sentía como sus mofletes casi le dolían del esfuerzo de cerrar los ojos al máximo sin acabar de cerrarlos del todo. Y su padre porque lo veía, con una línea de parte a parte de su pequeña nariz y con todos los dientes fuera. Todos menos los dos que había perdido aquel último verano.

-        Si, papá, te juro que los tengo lo más cerrado que puedo, si los cierro más los cerraré del todo, te lo juro.

Decía Paisito sin apenas poder vocalizar las palabras porque sus dientes estaban apretados.

-        ¿Y todavía no ves nada?.
-        No papá, tan sólo un poco de luz.
-        Entonces tal vez no sea hoy el día, habrá que dejarlo para mañana.

Y Paisito, sin dejar de apretar los ojos, dejaba escapar un lágrima por cada lateral. Apenas dos, no más, que bajaban por aquello mofletes todavía hinchados y caían hasta el suelo.

Pensaba que no sería capaz nunca. Pero padre le había dicho muchas veces, muchas, que si uno apretaba bien los ojos, justo hasta el momento en que de apretarlos más ya no vería nada, justo en ese momento sería capaz de ver el futuro.
Puede que mañana, pensó Paisito.

Y ahora, veinte años después, estaba seguro que aquello no era más que un juego de su padre. Sentado en aquella celda de la prisión pensaba que debía de ser mentira, porque si él hubiese sido capaz de ver el futuro, jamás habría matado a su padre. Él quería a su padre, mucho, más de lo que cualquiera que supiese su historia podía pensar. Y la gente tampoco sabía, no podían saberlo, lo que su padre lo quería a él. Y tampoco su padre, si hubiese podido ver el futuro, hubiese dejado nunca que aquello pasase.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sueño

Sueño