"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 3 de marzo de 2011

Falso Epilogo

“… quería una princesa convertida en un dragón…” repetía una y otra vez la canción. Él apoyó la cabeza en sus manos y miró por la ventana, dejó que su vista se perdiese más allá de los últimos tejados, perdida entre las neblinas de aquella tarde y mecida por la fina lluvia que caía incesantemente desde hacía más de tres días. “Todos buscamos”, pensó, como si hablase con alguien que estaba escondido entre la lluvia. “Todos buscamos, es siempre una incesante búsqueda, sólo los que soñaron metas de roca y acero creen haber llegado algún día al final, los demás, los que nos empeñamos un día y otro día en recubrir sin descanso de capas los sueños, vivimos con la incesante decepción de no alcanzarlos nunca, pero con el alma despierta a cada señal, a cada posible, a cada recodo donde parece que fulgura por fin el material del que están hechos los sueños. Luego una nueva decepción, de nuevo la palabra “inalcanzable”, y de nuevo una meta que nos creemos capaces de alcanzar algún día. Pero seguimos en la búsqueda, como incansables perros a los que el olor de una presa que hace años murió todavía les perdura en su hocico, y continúan a pesar de la fatiga, a pesar de los días de calor y los días de nieve, a pesar de que el camino se empeñe, a veces, en esconder la más tortuosa de las sendas, y que sólo terminaran la búsqueda cuando el olor desaparezca por completo o la fatiga que precede a la muerte se acomode en su cuerpo”. Recordó una mujer, luego recordó otra, trajo sus sonrisas al cristal de la ventana, y estas resbalaron lánguidamente al compás de las gotas de agua, luego recordó su primer trabajo, y el último, se vio lleno de energía y derrotado, y saboreó el fracaso y el abandono que siempre le habían acompañado en cada uno de ellos, atrapó entre los recuerdos más de una frase dicha ante el público, y más de un gesto, y la neblina, que ahora ya llegaba hasta unos centímetros del cristal de la ventana, las hicieron parecer deformes, vacías de cualquier contenido. Un rayo cruzó de parte a parte su semblante y vio su mirada en el cristal, un trueno hizo sonar el metal de la ventana, él pensó “no está aquí a quién buscáis, nunca ha estado aquí”. Las últimas gotas de lluvia acabaron de resbalar por su alma. Dejó de escuchar el tintineo en el metal de la ventana y las nubes se abrieron poco a poco dejando paso a un cálido sol que deshizo la neblina hasta hacerla desaparecer, su reflejo ya no estaba en la ventana, como hace tiempo que no estaba en los espejos, ni en las fotos que todavía guardaba en un cajón de la cómoda.

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Sueño

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