"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

sábado, 12 de marzo de 2011

El último indio

  - ¿Qué quieres que te diga? Yo ya estaba aquí cuando ellos llegaron, mucho antes incluso. Aquí, donde ahora me ves tumbado. Llegaron por ahí, por el camino de la derecha. Si, el de la tierra sagrada.

  - !Caballo blanco, caballo¡.

  - Abrí los ojos con espanto, me levante rápidamente y eche a correr. Anduve durante dos días sin parar, sin comer ni dormir. Cada vez que oía un ruido me sobresaltaba. Agotado caí al suelo.

  - !Caballo, blanco caballo¡.

  - Me dormí. Cuando desperté me quede tumbado en el suelo, pensando.

  - !Caballo negro¡.

  - Mira lo que dice el periódico. Ya no saben que hacer. Ahora presta atención a todo lo que ocurra en este cuarto, cuando regrese ya me contaras.

  - !De acuerdo, acuerdo¡.

  Peldaños, escalones, pasamanos, cuadros anónimos. Portal de madera. La ciudad. Cientos, miles de portales. Gentes que suben y bajan escaleras sin cesar. Los ruidos de los coches se mezclan con los pasos de los transeúntes. El sol se filtra entre algunos edificios y logra lamer algunos adoquines.

  - !Caballo, blanco caballo¡.

  - Si uno lo piensa bien, si se para a pensar en ello, la tierra sagrada siempre estuvo allí. La ley prohíbe a cualquiera, incluso al de más alto poder, entrar en ella. Uno piensa cual será la causa de esta ley. La ley es antigua, más antigua que el más remoto recuerdo del más anciano del poblado. Según los sabios la ley nació antes que el primero de los pobladores. Que yo sepa, nadie jamás fue a la tierra sagrada, nadie sabe lo que allí hay.

  - !Blanco caballo, blanco¡.

  - Me levante con dificultad y me dirigí al poblado. Caminaba rápido, era joven y fuerte.

  - !Caballo negro¡.

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Sueño

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